lunes, 8 de noviembre de 2010

La sensación de clasificar a un Mundial

1981. No recuerdo la fecha exacta, aunque si busco en internet la tendría. Lo que pasa es que no es eso lo que importa. Lo que importa es esa sensación que ahora recuerdo como si fuera ayer. La de la alegría que significaba volver a ir a un mundial. Y estar presente en ese Estadio Nacional que aquella tarde reventaba de hinchas. En esa Tribuna que celebraba entusiasmada presagiando una victoria definitiva de su selección. Que estaba a punto de conseguirlo pese a que al principio se vislumbraba tan difícil.

Entonces se jugaba por grupos. El cuco era Uruguay. Campeón del Mundialito un año antes, torneo donde jugaron todos los países que habían sido campeones mundiales hasta ese momento (menos Inglaterra que fuera reemplazado por Holanda). Yo pensaba que estaban locos los que creían que Perú iba a clasificar. Aunque tres años antes había estado en otro mundial con la mejor volante del torneo y una delantera de clase mundial. Pero se veía tan difícil. Empezamos con la Colombia y el anti fútbol de Bilardo: 1 a 1 y 2 a 0 habían sido los primeros resultados. Y luego se le ganó a Uruguay en el Centenario de Montevideo 2 a 1. Partido con sabor a hazaña. Ya estaba al alcance de la mano. Pero igual tenía miedo. Miedo a la seguridad de Rodríguez en el arco. Miedo a la pierna fuerte de De León. Miedo a la zurda de Rubén Paz. Miedo al oportunismo de Victorino. Ese Uruguay me daba miedo. Y no me daba cuenta que de nuestro lado estaban Chumpitaz, Panadero, Uribe, Cueto, Barbadillo, el ciego Oblitas. Un firmamento de estrellas como el que nunca antes habíamos tenido ni volveríamos a tener. Pasaron casi treinta años y no recuerdo selección peruana tan maravillosa como aquella de Elba de Padua Lima conocido como Tim.

Perú dio un baile esa tarde y no ganó porque a veces el fútbol es así. El buen arquero y la buena fortuna uruguaya los hicieron irse con el cero pero dejarnos dentro del mundial. Chumpi se retiró esa tarde y salió en hombros entre lágrimas. Sabía que ya no llegaría a España pero que había llevado a su equipo nuevamente a la gloria. Tercer mundial en doce años. Era una época donde llegar era mucho más fácil. Desde el 69 en que nos deshicimos de los gauchos de Perfumo y Rendo casi todo había sido triunfos. Salvo el 73 que quedamos fuera del mundial en una desafortunada definición con Chile que nos ganó 2 a 1 en el partido definitorio jugado en cancha neutral. Pero inmediatamente después logramos la Copa América del 75 con un equipo renovado. Ese recordado torneo con pase a la final por sorteo dejando fuera a Brasil. Había costumbre de ganar. En esos doce años vimos que se le podía ganar a Brasil y Uruguay en su cancha, así como eliminar a Argentina de un mundial. Sometimos totalmente a Colombia y Ecuador. Chile era la piedra en el zapato, pero les ganamos no pocas veces y los dejamos fuera en el 78. Los demás no contaban. Por lo tanto, a pesar de la natural desconfianza por el poderoso Uruguay, no tendría que sorprendernos tanto el imponernos nuevamente sobre este rival de turno.

A nivel de la máxima competencia, y a pesar de no haber tenido mayor notoriedad, llegamos a ser 7mos y 8vos en el mundo, lo cual no está nada mal considerando el alto nivel competitivo de un torneo mundial. Tuvimos memorables actuaciones como aquellas ante Bulgaria, Holanda y Escocia, equipos respetables en ese entonces en Europa; también goleadas ante Irán y Marruecos, cuando los africanos aún no ofrecían una propuesta convincente. Es cierto que no pudimos con las dos grandes potencias sudamericanas pero hicimos decorosos papeles, aún derrotas, que se recuerdan como grandes performances como el 4 a 2 ante el equipazo de Pelé campeón en el 70. Lo de Argentina sólo fue un mal sueño, donde el resultado tenístico tuvo más que ver con la política que con el deporte. Recuerdo mucho esa gira previa al mundial del 82 en que nos paseamos por Europa sometiendo a combinados italianos del Milan, Inter y Fiorentina; le pegamos un baile a la Francia de Platini en el Parque de los Príncipes; doblegamos a Hungría en Budapest y empatamos en su casa con esa Argelia que se hizo cargo de la propia Alemania meses después en el mundial.

Y después de cada victoria, al igual que esa memorable tarde del 81, saldríamos como muchas otras veces a inundar nuestras calles de la alegría y el orgullo de ser peruanos. Esas caravanas que entonces eran muy comunes. Banderas y bocinas que nos hacían recordar siempre la buena costumbre de ganar. La fiesta que se hacía interminable. Aunque nada comparable con la sensación de aquella tarde –y luego noche- en que clasificamos nuevamente a otro mundial. Ese día inolvidable en que recuerdo habernos tomado hasta el agua de los floreros para celebrar ese ansiado sueño hecho nuevamente realidad.

Esa sensación que espero volver a sentir algún día. Treinta años más viejo, pero lo suficientemente joven como para disfrutarla tanto como esa tarde de 1981. Sensación que espero que los más jóvenes puedan sentir también antes de que pierdan la fe y se cansen de alentar a su equipo. La sensación indescriptible de ver a tu selección en la élite del deporte más hermoso y apasionante: El fútbol.

Arriba Perú. Suerte para el 2014.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Tiempo de alianzas y definiciones

Poco a poco los plazos perentorios irán cayendo, lo que significa que las definiciones las veremos en estos días. En un mes y fracción vence el plazo para la inscripción de las alianzas políticas, así que se terminarán todas las especulaciones respecto a quién se junta con quién. Venimos oyendo de posibles uniones, algunas de lo más delirantes, aunque sabemos que en el cálculo político todo es posible, sobre todo si se trata del partido aprista, quienes se aliaron con Prado en el 56 –llegando a ser gobierno en la “convivencia”-, Odría en el 62 –que no llegó por tercera vez al gobierno por el golpe de estado- y Fujimori en los 90s –de lo cual recordamos bien el desenlace- . En esa línea nada debe llamarnos la atención, aunque está claro que la mayoría de rumores no son otra cosa que especulaciones periodísticas. La fecha límite para presentar las planchas presidenciales es el 10 de Enero, así que también sabremos pronto quiénes serían los candidatos de esas posibles alianzas, donde parecería imposible que más de uno subordinara su ambición política a favor de algún aliado y de los intereses del país. Aunque podrían haber sorpresas.

Algunos candidatos, con buen tiempo en campaña e intereses muy notorios, irían de todas maneras. Son los casos de Keiko Fujimori, Luis Castañeda y Ollanta Humala. Me resulta impensable creer que alguno de ellos declinaría sus aspiraciones a llegar al sillón de Pizarro. Toledo puede querer llegar nuevamente pero es más difícil para un ex presidente ser derrotado en una elección que para un perdedor de siempre o una nueva figura. No ganar le significaría también perder influencia local, prestigio internacional e incluso posibilidades futuras. Por lo tanto, querrá estar bien seguro de sus reales opciones antes de candidatear.

El panorama luce algo distinto al de elecciones anteriores. Esta vez tenemos varios candidatos que representan posiciones doctrinarias –si así podríamos llamarlas en estos tiempos- cercanas, aunque proyectos políticos claramente diferentes –lo cual a la población parecería importarle poco-. Incluso la izquierda moderna aún sin una clara representación, aunque indudablemente con incuestionables probabilidades luego de la victoria de Fuerza Social, estaría mucho más cerca de un modelo pro sistema que de las propuestas tradicionales de la izquierda. Se menciona a Nano Guerra García, colaborador de Susana Villarán en sus temas de pequeña y mediana empresa, quien ya apareció en algunas publicaciones y programas de televisión confirmando su interés por ser candidato. También a Vladimiro Huaroc, ex presidente de la región Junín quien renunciara al cargo justamente para estar expedito para una posible candidatura. No olvidemos que Huaroc es el actual presidente de Fuerza Social y quien hizo posible que el movimiento de Susana pudiera candidatear a la alcaldía. Tampoco se ha descartado la alianza de FS con otros movimientos como Perú Posible, habiéndose sí hecho el deslinde con movimientos extremistas o fuerzas políticas democráticas más radicales como el Partido Nacionalista.

En este ya inusual contexto electoral, aparece ahora la candidatura de Mercedes Araoz como punta de lanza del Partido Aprista –aunque todavía no estamos tan seguros si del partido o de su presidente-. Es de difícil lectura en este ajedrez político qué hay detrás de esta nominación. Se especula que el partido aprista, con su evidente pobreza de cuadros propios, estaría sacrificando a Meche con la intención de tentar alianzas que ayuden a blindar a Alan García para los próximos cinco años. Está claro que los coqueteos de Alan con Castañeda y con los propios fujimoristas apuntan a los habituales acuerdos políticos que impliquen concesiones mutuas a la hora de poner sobre el tapete los temas de corrupción. En esto tanto el poder ejecutivo como en especial el Congreso han demostrado su gran capacidad para esconder la basura debajo de la alfombra y evitar que estos ejemplares de la corrupción –que ya todos sabemos quiénes son- sigan impunes detentando cargos públicos y en la representación nacional.

Si no lograra acuerdos con otra fuerza política, la guapa candidata estaría dividiendo el voto de centro y centro derecha. Esto, sin las alianzas necesarias de por medio, lo único que haría sería debilitar las candidaturas de Castañeda, Toledo, alguna eventual del PPC –se hablaba de Daniel Córdova- e incluso la izquierda de Villarán. No tanto así las de Keiko y Humala, quienes se mueven por consideraciones distintas a las que representan los candidatos mencionados. Los fujimoristas, sin un proyecto claro de gobierno, más enfocados en limpiar al dictador japonés, basados en la simpatía y arraigo del clan Fujimori sobre todo en el interior del país donde dejó obra en los 90s. Humala con posiciones extremistas anti sistema que recogen la insatisfacción de un todavía gran sector de la población que tiene poco que perder y que opta por lo general a oponerse a todo lo que signifique el statu quo. A estas alturas ya resulta poco probable pensar que Alex Kouri tentaría una opción, después de su desafortunada candidatura fallida en las municipales. También creemos que PPK, Yehude o los sobrevivientes de Acción Popular terminarán formando parte de un grupo mayor que les garantice chamba en el congreso o el poder ejecutivo por cinco años más.

Si bien Araoz, Córdova o Guerra García podría decirse que son candidatos nóveles y que aportarían algo de variedad a la oferta, en todos los casos habría fuerzas políticas consolidadas detrás de sus candidaturas. No tendríamos pues el fenómeno del outsider puro del que se ha venido hablando, tal como hace veinte años un partidito liderado por un ingeniero agrónomo sorprendió al mundo entero derrotando a los grandes conglomerados de la derecha e izquierda tradicional así como a un alicaído partido aprista que increíblemente terminó decidiendo la suerte del Perú con su apoyo al japonés, a pesar de estar dejando un país pobre, endeudado y convulsionado por el terror.

Ante este panorama político, se hace aún difícil el análisis. Mucho dependerá de las posibles alianzas que se constituyan en estos días. No necesitamos encuestas para saber que nuestro pueblo premia las obras más que la honestidad, prefiere el autoritarismo al diálogo, se atemoriza fácilmente por una campaña mediática (recordemos que Lourdes acortó casi quince puntos en la semana anterior a las elecciones municipales por el feroz ataque de los medios), presta más atención al jingle y el bailecito que a un coherente plan de gobierno y también que a veces sucumbe a la retórica y al verbo florido. No nos olvidemos tampoco del gran poder de las mujeres que, más allá de su condición de género, están sobre una ola que se está imponiendo en gran parte del mundo, incluyendo nuestro país.

Es cierto que el electorado está cambiando en su configuración. Gente más joven sin los traumas de la insania terrorista y la hiperinflación. Sectores de la población con más acceso a la modernidad y al mercado. Los problemas álgidos del país han ido variando, por lo menos en su percepción. Hoy la violencia o la corrupción pueden estar en un lugar más preeminente en la agenda de los futuros gobernantes que la propia política económica, la pacificación o la descentralización. Lo que sí está claro es que cada vez es más difícil engañar a la población –aunque todavía nos “dejamos” engañar-. El boom de las comunicaciones, el internet y las redes sociales permiten una mayor transparencia y mucho mayor acceso a la información. Lamentablemente la tecnología orientada a fines non sanctos obliga también a tener más cuidado. Todo esto hace potencialmente a los candidatos más vulnerables. Siendo esto así, nos garantiza una campaña exigente, dura, que requiere más argumentos, mayor soporte. Claro que también asegura algo de circo, destapes, golpes bajos, y seguro que sorpresas hasta el final.

Habrá que esperar un par de meses a lo sumo para tener el juego completo sobre la mesa. Esto vendrá acompañado de encuestas y pronósticos que variarán casi semanalmente en uno u otro sentido. Pero como en la última elección nada estará dicho hasta el mes de Abril. Pues está claro que la opera no se acabará hasta que cante la gorda.