domingo, 9 de junio de 2013

La defensa de Fujimori

A pesar de que el gobierno intentó minimizar el debate del esperado anuncio haciéndolo el día del partido de la selección peruana, he visto una gran actividad en las redes sociales, la cual he seguido con curiosidad e interés, habiendo encontrado muchos argumentos interesantes contrarios a los míos que insisten en la libertad del japonés. Existen tres tipos predominantes de argumentos que sostienen este deseo de que se le indulte: Los primeros que justifican sus actos en la derrota del terrorismo, salida de la crisis económica, incluso hasta en la solución del tema geopolítico con el Ecuador. Los segundos que utilizan la comparación con los demás gobernantes y nuestra clase política. Como todos son ladrones, y dicen que en otras épocas se robó más, por qué debería estar preso si todos los demás están libres. Los terceros, se justifican en la humanidad, en la capacidad de perdonar y en la compasión por un anciano moribundo. Quisiera analizar cada uno de estos sets de argumentos que, a pesar de que son respetables, creo que son poco objetivos y generados más por simpatías que por convicciones consolidadas que seguramente no podrían extrapolarse a muchos otros aspectos de la vida de quienes los sostienen.

1. El consecuencialismo convalida moralmente a toda acción que culmina en un buen resultado. Así, siguiendo este pensamiento, una acción moralmente correcta es la que conlleva buenas consecuencias. Pero creer que no existen buenas o malas acciones y tan solo las consecuencias es una falacia en tanto las malas acciones se pueden determinar a partir de las intenciones de las personas que son inteligentes y que tienen capacidad para razonar. Bajo esta filosofía, podemos encuadrar a los que piensan “este gobernante roba, pero hace obra”. Por el contrario, Kant ponía el énfasis en la intención o razonamiento pues, si se mira a la intención, solo la propia persona es capaz de discernir por lógica si está haciendo bien o mal en función de la universalidad de su elección. "El camino hacia el infierno está plagado de buenas intenciones" dice un antiguo refrán, y creo que no podemos convalidar crímenes de lesa humanidad bajo el argumento de que Fujimori salvó al país. Para más inri, como diría un buen amigo, hay que decir que él no sólo es culpable por los delitos vinculados a su "eficacia" en resolver los problemas del país. El enriquecimiento personal, el pago de los 15 millones a Montesinos, la compra de congresistas tránsfugas, el fraude electoral para perennizarse en el poder, la compra de la prensa para silenciar cualquier posibilidad de oposición, su renuncia por fax abdicando a su obligación de mandatario, no tienen nada que ver con esas buenas consecuencias y sin duda devengaron en peores. En ese sentido, si consideramos todos estos actos que no guardan una relación directa con las aparentes contribuciones al país que lo justificarían, Fujimori se quedaría preso tanto por el voto de los consecuencialistas como del de los idealistas kantianos.

2. La racionalización es un procedimiento psíquico de estructura neurótica por el que tratamos de dar una explicación lógica o justificación coherente a un acto o comportamiento inadecuado. La justificación de que no hay que ser tan severos porque “todos roban” o “todos son corruptos”, se desbarata sin requerir una gran argumentación. Basta decir que no podemos construir una sociedad sobre una estructura moral tan endeble. Para acercarnos con un ejemplo, en nuestro ámbito más cercano, puedo salir y manejar con tragos porque yo lo decido y porque estoy dispuesto a asumir las consecuencias, pero no porque otros lo hacen y por tanto esperar que hubiera un atenuante. Comparar a Fujimori con nuestra desacreditada clase política no lo hace menos malo, simplemente lo mete en el mismo saco de quienes deberían estar presos y cumpliendo penas por sus actos. Estoy seguro de que quienes defienden estos argumentos no aceptarían que sus hijos justificaran sus faltas aduciendo que otros jóvenes actúan de la misma manera. Si cada uno de nosotros cometemos errores (o faltas o delitos) conscientemente, tenemos que estar dispuestos a asumirlos y no a racionalizar tratando de encontrar justificaciones. 

3. La cosa se pone más complicada cuando se cuestiona nuestra capacidad para perdonar, es decir, la de renunciar a todo tipo de venganza en aras de intereses superiores. Pero hay que considerar que perdonar implica de parte del perdonado algunos requisitos: por ejemplo que manifieste su pesar o arrepentimiento; o que haya solicitado el perdón públicamente; o que se haya compensado a la víctima por el daño; o finalmente cuando se manifieste el propósito de enmienda. Pero nada de eso ha sucedido. No recuerdo a un arrepentido Fujimori por los crímenes que perpetuó, los cuales nadie pone en tela de juicio. Tampoco lo recuerdo indemnizando a las víctimas o pagando la reparación civil, tomando parte del dinero que sustrajo en su beneficio y que ha servido para pagar sus caros abogados, su apoyo mediático, la educación de sus hijos o su cárcel dorada. Hasta ahora solo le hemos escuchado repetir una y otra vez su inocencia y últimamente lo hemos leído exigiendo su libertad por su enfermedad y avanzada depresión. Pero acaso ¿no es claro que todo recluso con pena de cadena perpetua o sentencia de muchísimos años, llegará a viejo -si no muere antes- en malas condiciones de vida, enfermo y seguro con gran depresión?. Entonces bajo la lógica de la misericordia y el perdón, ¿todos deberían ser indultados y ninguno purgar su pena? Y no voy a utilizar el argumento de que otros reclusos mueren en las cárceles enfermos, sin haber tenido un juicio, deprimidos y olvidados por esta misma colectividad que ve con compasión al ex presidente, pues estaría cayendo en el mismo error de utilizar los malos ejemplos como justificación de las malas decisiones. Aquí simplemente se trata de que se cumplan aquellas penas que son duras pero que son la manera como la sociedad se defiende, más aún cuando no existe la pena de muerte y con la cual no estoy de acuerdo. Por último, y ligado a este tercer punto, tampoco está demostrada su enfermedad terminal que podría ser otro argumento esgrimido por quienes promueven su indulto, así que no me pronunciaré sobre ello.

Es cierto que la conciencia de un país puede pervertirse si se deja impregnar de rencor y enemistad. Pero también creo que tener siempre presentes los dolores del pasado es bueno para nuestra memoria personal y colectiva. Y creo que la mejor manera para no olvidar lo que la corrupción hizo y sigue haciéndonos es dejando a sus máximos exponentes bien presos. Y todavía hay un montón afuera que deberían mudarse a esa cárcel de la que este señor quiere salir. Más bien yo creo que lo debería hacerse es abrirla más para que muchos entren y luego sellarla para que ninguno de estos personajes salga hasta haber cumplido su condena.

Junio 2013

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