Desde que rodó la pelota, Perú arrancó bien, tocando y saliendo rápido. A los pocos segundos, ya Cruzado había perdido una buena opción al disparar alto y desviado, pudiendo haberla soltado antes a Guerrero que lo acompañaba. Fue una salida tocando al pie y con velocidad, algo que caracteriza a este equipo y que habla de la dinámica que ha impuesto el Mago, muy diferente al del toque cansino, lateral e improductivo de otras tantas escuadras nacionales. En poco tiempo, Vílchez, Lobatón y Vargas ya habían llegado con riesgo pero sin puntería. Un dominio que se fue asentando, al punto que recién llegó México a los 17 minutos con cierto peligro. Perú llegaba tratando bien la pelota, un equipo que la lleva limpia y la suelta rápido, gran avance. La perdían cuando Vargas, que no se encontraba, insistía con potencia por su franja pero sin mucha claridad. Claridad que le faltó al tirar el primer tiro libre a la barrera, al picar mucho una pelota saliéndose de la cancha, al caer en offside o al pifear un centro que casi acaba fuera del estadio. Mientras Vargas no recobrara la calma, nos quedaría sólo el desequilibrio de Advíncula por la derecha que si bien centraba bien, no encaraba ni buscaba el desborde. Aunque sí ayudaba a la marca y cerraba los espacios por lo que los mexicanos buscaban más la espalda de Vargas haciéndole el uno-dos a Cruzado, cuyo esfuerzo era insuficiente para tomar las subidas por esa banda. Fernández volvió a darnos algo de desconfianza soltando un par de pelotas en especial cuando da rebote en un centro rasante y casi nos comemos el primero, que México nunca mereció hasta ese momento. Pero sí le quitó la pelota a Perú y tuvo sus mejores diez minutos del partido. De los 30 a los 40 todo verde. Nos llegaron, nos asustaron, hicieron caer a la zaga en imprecisiones, especialmente al mudo Rodríguez, quien además la perdía muy cerca a su área. Vílchez -un zaguero más que un lateral- y Carmona intentaban salir por dentro pero regalaron un par de bolas. A esas alturas, empezamos a creer que ya no recuperaríamos la pelota, sobre todo cuando Vargas perdía cuando volvía a intentar superar por fuera y con potencia a su marcador, más veloz, quién no le dejaba centrar con facilidad. Pero fue sólo un momento. Felizmente a partir de los 40 minutos Perú la recupera de nuevo, presionando desde arriba para impedir la salida fluída del cuadro mexicano. Sin embargo faltaba contundencia ante una defensa cerrada que tapaba bien los intentos de la blanquiroja. El pitazo final nos dejó quince minutos pensando que no había sido una primera etapa del todo bien jugada pero teníamos con qué.
Arrancando el segundo tiempo vimos un Perú mejor. Markarián hace un cambio de dibujo táctico que para mucho mejor el equipo en la cancha. Saca a Advíncula, que hasta ese momento no lo hacía mal, y hace ingresar a Yotún por el otro lado, cubriendo la salida de Cruzado, dejando a Vargas totalmente suelto, como atacante y sin ninguna obligación de marca. Compacto atrás con tres al fondo, Acasiete, Rodríguez y Vílchez, juega con dos laterales rápidos como Carmona y Yotún, con buen ida y vuelta y que hacen bien las diagonales -sobre todo el segundo-. Esto le permitió a Perú ser más ofensivo, teniendo más gente de marca en el medio de la cancha, con un volante de marca como Balbín y dos volantes mixtos como Cruzado y Lobatón que, aunque en los primero minutos perdieron algunas pelotas y fallaron en algunos pases, la recuperaron luego para no perderla más en todo el partido. Arriba Vargas libre pero jalando marca y Guerrero atorando siempre la salida del equipo rival, ejercieron un pressing que les hizo recuperar la pelota una y otra vez cada vez que México quería sacarla jugando. Con un dominio casi total, las situaciones de gol para Perú se fueron sucediendo. Primero Paolo que cabecea defectuoso por querer colocarla junto al palo. Se le fue ancha. Luego perdiendo una pelota mientras se acomodaba para liquidar antes de que lo hicieran caer sin falta. Ya el equipo era mucho más ofensivo y Vargas tirado más hacia el centro hacía daño sobre todo cuando tocaba con Guerrero. En una de esas jugadas volvió a avisar en una magnífica entrada culminada con un potente disparo que la base del palo impidió se convirtiera en gol. México se iba cansando y, con más espacios, Perú se volvía cada vez más peligroso. Paolo un poco egoísta como buen goleador, se pierde otro por no pasarla a su compañero que llegaba solo. Por momentos México roba las espaldas de un equipo que se había ido con todo, con un Yotún más fresco que llegaba arriba con facilidad e incluso que se da maña para probar al arco y propiciar un rebote al que Paolo no llega. Vargas algo cansado pero peligroso y mucho más preciso también subió su juego. Precisión que pudo convertirse en el mejor gol de la copa si esta vez el travesaño -en realidad el vértice del arco- no hubiera devuelto la pelota después de un soberbio tiro libre. Y es aquí nuevamente donde se ve la mano del técnico. Hace entrar a Guevara por un Cruzado cansado -quizás el más impreciso de Perú en el partido- y le da más vértigo al equipo y esa dinámica que este jugador siempre imprime con su buen pie y sus cambios de juego, además de ensayar siempre de larga distancia. A esas alturas, mientras Paolo hacía lucirse al arquero mexicano sacando a contrapié un buen cabezaso contra el piso, lo único que se escuchaba en la noche era la barra peruana incesante que cantaba que "esta noche, tenemos que gana-aaar". Era sólo cuestión de esperar un poquito más. Y el equipo supo tener paciencia. A los 82 minutos, Acasiete ensaya un rápido giro en el área que sale bien y Guevara deja solo a Guerrero que por fin rompe la paridad, goooolllll. Una paridad que solo se veía en el marcador, porque en el juego hacía mucho rato que Perú merecía ir adelante por un par de goles. Ese gol sería suficiente. Suficiente para esperar los últimos minutos, momentos en que a pesar de la presión rival lógica por la necesidad imperiosa de atacar, pudimos ver un equipo algo más maduro y bien dirigido desde el banco para capear el temporal. Ballón entró a cuidar el resultado, mientras que los jugadores ya no rifaban la pelota en momentos en que había que tenerla. No pasó lo de días atrás en los últimos minutos del primer tiempo con Uruguay. Esta vez la siguieron circulando, aguantando los últimos intentos mexicanos que encontraron ahora sí a un Fernández ágil y seguro de manos y a una defensa sólida que cuando tuvo que reventarla lo hizo, pero sobre todo que quitó y salió jugando esperando que pasen los últimos minutos. Carmona perdió una en los últimos instantes pero se recuperó luego. Otra de peligro terminó en offside y pudimos respirar. La tribuna seguía cantando "Oé, oé, oé, oé, Perú, Perú...". El árbitro levantó los brazos luego de dar tres minutos extras. El partido había terminado.
Perú había demostrado disciplina táctica, orden, buen toque, un juego vertical y ofensivo en muchos momentos, pero bien armado desde atrás hacia adelante. Perú había demostrado que tiene un grupo compacto que no reúne grandes figuras, algunos muy jóvenes todavía, pero con derecho para soñar. Como sueñan esos hinchas que acompañaron a su equipo en Argentina sufriendo y cantando en esos 184 minutos. Como esa gran legión de seguidores que frente a su televisor -primero escépticos y luego ilusionados- volvieron a disfrutar un triunfo de ese equipo en el que están depositadas todas sus esperanzas. Nuevamente el fútbol unió a un pueblo y sólo por eso ya vale la pena seguir a este equipo. Que tal vez no tenga con qué llegar hasta las instancias finales, pero que está claro que está haciendo un digno papel y se ha convertido en una de las sorpresas del torneo. Esperemos que -al margen de los resultados- podamos seguir viendo un equipo peruano que intente jugar bien, como lo hizo esta vez, y que nos haga recuperar la alegría que perdimos desde hace ya varias décadas.
Ernesto
09 Julio 2011
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