Arrancaban los 80s y mi expectativa por mis primeras elecciones presidenciales era grande a pesar de que aún no votaba. Estaba en el último año de mi etapa escolar, pero el bichito de la política ya recorría mis venas… No estaba sólo. Con mis grandes amigos del colegio y de la comunidad cristiana que frecuentábamos, debatíamos ardorosamente sobre las posibilidades de las fuerzas políticas que en esas épocas representaban las distintas ideologías del momento. Esas sí eran ideologías: la derecha del PPC con Lucho Bedoya a la cabeza, Belaúnde un poco más a su izquierda pero, para mí en ese entonces, una opción conservadora; el Apra, que había perdido recientemente a Víctor Raúl en plena Asamblea Constituyente, con Armando Villanueva como candidato; y, como siempre, la izquierda dispersa entre una variedad de especímenes, pintorescos algunos de ellos –Hugo Blanco, Ledesma, Cáceres Velásquez, etc.-, que no representaban un bloque coherente capaz de ofrecer una alternativa viable para el país. Una pena para mí que, por muy idealista que fuera en esos tiempos de sarampión socialista, no tenía una fuerza lo suficientemente sólida como para abrigar algún tipo de esperanza.
Eran épocas en que el debate era ideológico, independientemente de los planes que creo que desde entonces ya eran lo que menos interesaba. Pero era un debate con sustancia. Apasionante. Con personajes de grueso calibre. Recuerdo mucho a Cornejo Chávez de la Democracia Cristiana; Polar, Ramírez del Villar, Alayza del PPC; Bernales y Ames de la izquierda; Luis Alberto Sánchez, Townsend, del Apra. Podría llenar la página. Quién iba a pensar que podríamos caer tan bajo sólo 12 años más tarde cuando el japonés de la honradez, tecnología y trabajo mandaría disolver el Congreso para dar paso a una cámara de comechados e ignorantes, además de terminar de darle el puntillazo final a los ya agonizantes partidos políticos de ese entonces.
Qué grandes debates aquellos entre los depurados estilistas Cornejo y Bedoya. “Cornejo Chávez y su rabia brillante...Bedoya Reyes y su labia vacía” escribió César Hildebrandt poco después. O en las municipales de entonces aquel debate entre Amiel, Grados Bertorini, Barnechea y Barrantes. Bastante mejores a aquel otro entre Vargas Llosa y Fujimori casi diez años después. Y más aún que el de García y Humala, rico en histrionismo pero deplorable en ideas. Seguramente tan pobre como el que nos espera en unos días con el tête à tête de nuestras dos lideresas del momento, que buscan el sillón municipal.
Recuerdo con nostalgia esos tiempos, cuando la juventud me hacía pensar que podía cambiar el mundo participando en una marcha, corriendo delante de un rochabus o simplemente arreglando el destino del país en un bar con los amigos, en largas discusiones que se agotaban cuando las gargantas no emitían más sonidos o el alcohol ya no dejaba fluir argumentos coherentes (lo que ocurriera primero). Lo digo con nostalgia porque fueron tiempos que no volvieron más. Pasaron muchos procesos eleccionarios después de aquel, que fueron perdiendo en calidad e interés, aunque lo que siguiera en juego fuera lo mismo. Y también lo digo con pena porque hoy esa juventud ha perdido el interés en la política y se deja llevar, sin ningún tipo de resistencia, por personajes tan tendenciosos y manipuladores como Jaime Bayly o mi buen amigo Aldo Mariátegui.
Fue muy bueno vivir esas experiencias. Y así como tuve la suerte de ver jugar a las tres selecciones que ganaron una participación a un mundial de fútbol, también tuve la suerte de ver a grandes seleccionados de la política peruana. Después de todo eso, da lástima ver un final electoral como el presente; tanto como ver a once cabizbajos y sudorosos atletas abandonando una cancha después de encajar tres o cinco goles, sin ninguna muestra de vergüenza…
23 de Septiembre 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario