1981. No recuerdo la fecha exacta, aunque si busco en internet la tendría. Lo que pasa es que no es eso lo que importa. Lo que importa es esa sensación que ahora recuerdo como si fuera ayer. La de la alegría que significaba volver a ir a un mundial. Y estar presente en ese Estadio Nacional que aquella tarde reventaba de hinchas. En esa Tribuna que celebraba entusiasmada presagiando una victoria definitiva de su selección. Que estaba a punto de conseguirlo pese a que al principio se vislumbraba tan difícil.
Entonces se jugaba por grupos. El cuco era Uruguay. Campeón del Mundialito un año antes, torneo donde jugaron todos los países que habían sido campeones mundiales hasta ese momento (menos Inglaterra que fuera reemplazado por Holanda). Yo pensaba que estaban locos los que creían que Perú iba a clasificar. Aunque tres años antes había estado en otro mundial con la mejor volante del torneo y una delantera de clase mundial. Pero se veía tan difícil. Empezamos con la Colombia y el anti fútbol de Bilardo: 1 a 1 y 2 a 0 habían sido los primeros resultados. Y luego se le ganó a Uruguay en el Centenario de Montevideo 2 a 1. Partido con sabor a hazaña. Ya estaba al alcance de la mano. Pero igual tenía miedo. Miedo a la seguridad de Rodríguez en el arco. Miedo a la pierna fuerte de De León. Miedo a la zurda de Rubén Paz. Miedo al oportunismo de Victorino. Ese Uruguay me daba miedo. Y no me daba cuenta que de nuestro lado estaban Chumpitaz, Panadero, Uribe, Cueto, Barbadillo, el ciego Oblitas. Un firmamento de estrellas como el que nunca antes habíamos tenido ni volveríamos a tener. Pasaron casi treinta años y no recuerdo selección peruana tan maravillosa como aquella de Elba de Padua Lima conocido como Tim.
Perú dio un baile esa tarde y no ganó porque a veces el fútbol es así. El buen arquero y la buena fortuna uruguaya los hicieron irse con el cero pero dejarnos dentro del mundial. Chumpi se retiró esa tarde y salió en hombros entre lágrimas. Sabía que ya no llegaría a España pero que había llevado a su equipo nuevamente a la gloria. Tercer mundial en doce años. Era una época donde llegar era mucho más fácil. Desde el 69 en que nos deshicimos de los gauchos de Perfumo y Rendo casi todo había sido triunfos. Salvo el 73 que quedamos fuera del mundial en una desafortunada definición con Chile que nos ganó 2 a 1 en el partido definitorio jugado en cancha neutral. Pero inmediatamente después logramos la Copa América del 75 con un equipo renovado. Ese recordado torneo con pase a la final por sorteo dejando fuera a Brasil. Había costumbre de ganar. En esos doce años vimos que se le podía ganar a Brasil y Uruguay en su cancha, así como eliminar a Argentina de un mundial. Sometimos totalmente a Colombia y Ecuador. Chile era la piedra en el zapato, pero les ganamos no pocas veces y los dejamos fuera en el 78. Los demás no contaban. Por lo tanto, a pesar de la natural desconfianza por el poderoso Uruguay, no tendría que sorprendernos tanto el imponernos nuevamente sobre este rival de turno.
A nivel de la máxima competencia, y a pesar de no haber tenido mayor notoriedad, llegamos a ser 7mos y 8vos en el mundo, lo cual no está nada mal considerando el alto nivel competitivo de un torneo mundial. Tuvimos memorables actuaciones como aquellas ante Bulgaria, Holanda y Escocia, equipos respetables en ese entonces en Europa; también goleadas ante Irán y Marruecos, cuando los africanos aún no ofrecían una propuesta convincente. Es cierto que no pudimos con las dos grandes potencias sudamericanas pero hicimos decorosos papeles, aún derrotas, que se recuerdan como grandes performances como el 4 a 2 ante el equipazo de Pelé campeón en el 70. Lo de Argentina sólo fue un mal sueño, donde el resultado tenístico tuvo más que ver con la política que con el deporte. Recuerdo mucho esa gira previa al mundial del 82 en que nos paseamos por Europa sometiendo a combinados italianos del Milan, Inter y Fiorentina; le pegamos un baile a la Francia de Platini en el Parque de los Príncipes; doblegamos a Hungría en Budapest y empatamos en su casa con esa Argelia que se hizo cargo de la propia Alemania meses después en el mundial.
Y después de cada victoria, al igual que esa memorable tarde del 81, saldríamos como muchas otras veces a inundar nuestras calles de la alegría y el orgullo de ser peruanos. Esas caravanas que entonces eran muy comunes. Banderas y bocinas que nos hacían recordar siempre la buena costumbre de ganar. La fiesta que se hacía interminable. Aunque nada comparable con la sensación de aquella tarde –y luego noche- en que clasificamos nuevamente a otro mundial. Ese día inolvidable en que recuerdo habernos tomado hasta el agua de los floreros para celebrar ese ansiado sueño hecho nuevamente realidad.
Esa sensación que espero volver a sentir algún día. Treinta años más viejo, pero lo suficientemente joven como para disfrutarla tanto como esa tarde de 1981. Sensación que espero que los más jóvenes puedan sentir también antes de que pierdan la fe y se cansen de alentar a su equipo. La sensación indescriptible de ver a tu selección en la élite del deporte más hermoso y apasionante: El fútbol.
Arriba Perú. Suerte para el 2014.
La lectura hace al hombre completo. La conversación lo hace ágil. La escritura lo hace preciso. (Francis Bacon)
lunes, 8 de noviembre de 2010
domingo, 7 de noviembre de 2010
Tiempo de alianzas y definiciones
Poco a poco los plazos perentorios irán cayendo, lo que significa que las definiciones las veremos en estos días. En un mes y fracción vence el plazo para la inscripción de las alianzas políticas, así que se terminarán todas las especulaciones respecto a quién se junta con quién. Venimos oyendo de posibles uniones, algunas de lo más delirantes, aunque sabemos que en el cálculo político todo es posible, sobre todo si se trata del partido aprista, quienes se aliaron con Prado en el 56 –llegando a ser gobierno en la “convivencia”-, Odría en el 62 –que no llegó por tercera vez al gobierno por el golpe de estado- y Fujimori en los 90s –de lo cual recordamos bien el desenlace- . En esa línea nada debe llamarnos la atención, aunque está claro que la mayoría de rumores no son otra cosa que especulaciones periodísticas. La fecha límite para presentar las planchas presidenciales es el 10 de Enero, así que también sabremos pronto quiénes serían los candidatos de esas posibles alianzas, donde parecería imposible que más de uno subordinara su ambición política a favor de algún aliado y de los intereses del país. Aunque podrían haber sorpresas.
Algunos candidatos, con buen tiempo en campaña e intereses muy notorios, irían de todas maneras. Son los casos de Keiko Fujimori, Luis Castañeda y Ollanta Humala. Me resulta impensable creer que alguno de ellos declinaría sus aspiraciones a llegar al sillón de Pizarro. Toledo puede querer llegar nuevamente pero es más difícil para un ex presidente ser derrotado en una elección que para un perdedor de siempre o una nueva figura. No ganar le significaría también perder influencia local, prestigio internacional e incluso posibilidades futuras. Por lo tanto, querrá estar bien seguro de sus reales opciones antes de candidatear.
El panorama luce algo distinto al de elecciones anteriores. Esta vez tenemos varios candidatos que representan posiciones doctrinarias –si así podríamos llamarlas en estos tiempos- cercanas, aunque proyectos políticos claramente diferentes –lo cual a la población parecería importarle poco-. Incluso la izquierda moderna aún sin una clara representación, aunque indudablemente con incuestionables probabilidades luego de la victoria de Fuerza Social, estaría mucho más cerca de un modelo pro sistema que de las propuestas tradicionales de la izquierda. Se menciona a Nano Guerra García, colaborador de Susana Villarán en sus temas de pequeña y mediana empresa, quien ya apareció en algunas publicaciones y programas de televisión confirmando su interés por ser candidato. También a Vladimiro Huaroc, ex presidente de la región Junín quien renunciara al cargo justamente para estar expedito para una posible candidatura. No olvidemos que Huaroc es el actual presidente de Fuerza Social y quien hizo posible que el movimiento de Susana pudiera candidatear a la alcaldía. Tampoco se ha descartado la alianza de FS con otros movimientos como Perú Posible, habiéndose sí hecho el deslinde con movimientos extremistas o fuerzas políticas democráticas más radicales como el Partido Nacionalista.
En este ya inusual contexto electoral, aparece ahora la candidatura de Mercedes Araoz como punta de lanza del Partido Aprista –aunque todavía no estamos tan seguros si del partido o de su presidente-. Es de difícil lectura en este ajedrez político qué hay detrás de esta nominación. Se especula que el partido aprista, con su evidente pobreza de cuadros propios, estaría sacrificando a Meche con la intención de tentar alianzas que ayuden a blindar a Alan García para los próximos cinco años. Está claro que los coqueteos de Alan con Castañeda y con los propios fujimoristas apuntan a los habituales acuerdos políticos que impliquen concesiones mutuas a la hora de poner sobre el tapete los temas de corrupción. En esto tanto el poder ejecutivo como en especial el Congreso han demostrado su gran capacidad para esconder la basura debajo de la alfombra y evitar que estos ejemplares de la corrupción –que ya todos sabemos quiénes son- sigan impunes detentando cargos públicos y en la representación nacional.
Si no lograra acuerdos con otra fuerza política, la guapa candidata estaría dividiendo el voto de centro y centro derecha. Esto, sin las alianzas necesarias de por medio, lo único que haría sería debilitar las candidaturas de Castañeda, Toledo, alguna eventual del PPC –se hablaba de Daniel Córdova- e incluso la izquierda de Villarán. No tanto así las de Keiko y Humala, quienes se mueven por consideraciones distintas a las que representan los candidatos mencionados. Los fujimoristas, sin un proyecto claro de gobierno, más enfocados en limpiar al dictador japonés, basados en la simpatía y arraigo del clan Fujimori sobre todo en el interior del país donde dejó obra en los 90s. Humala con posiciones extremistas anti sistema que recogen la insatisfacción de un todavía gran sector de la población que tiene poco que perder y que opta por lo general a oponerse a todo lo que signifique el statu quo. A estas alturas ya resulta poco probable pensar que Alex Kouri tentaría una opción, después de su desafortunada candidatura fallida en las municipales. También creemos que PPK, Yehude o los sobrevivientes de Acción Popular terminarán formando parte de un grupo mayor que les garantice chamba en el congreso o el poder ejecutivo por cinco años más.
Si bien Araoz, Córdova o Guerra García podría decirse que son candidatos nóveles y que aportarían algo de variedad a la oferta, en todos los casos habría fuerzas políticas consolidadas detrás de sus candidaturas. No tendríamos pues el fenómeno del outsider puro del que se ha venido hablando, tal como hace veinte años un partidito liderado por un ingeniero agrónomo sorprendió al mundo entero derrotando a los grandes conglomerados de la derecha e izquierda tradicional así como a un alicaído partido aprista que increíblemente terminó decidiendo la suerte del Perú con su apoyo al japonés, a pesar de estar dejando un país pobre, endeudado y convulsionado por el terror.
Ante este panorama político, se hace aún difícil el análisis. Mucho dependerá de las posibles alianzas que se constituyan en estos días. No necesitamos encuestas para saber que nuestro pueblo premia las obras más que la honestidad, prefiere el autoritarismo al diálogo, se atemoriza fácilmente por una campaña mediática (recordemos que Lourdes acortó casi quince puntos en la semana anterior a las elecciones municipales por el feroz ataque de los medios), presta más atención al jingle y el bailecito que a un coherente plan de gobierno y también que a veces sucumbe a la retórica y al verbo florido. No nos olvidemos tampoco del gran poder de las mujeres que, más allá de su condición de género, están sobre una ola que se está imponiendo en gran parte del mundo, incluyendo nuestro país.
Es cierto que el electorado está cambiando en su configuración. Gente más joven sin los traumas de la insania terrorista y la hiperinflación. Sectores de la población con más acceso a la modernidad y al mercado. Los problemas álgidos del país han ido variando, por lo menos en su percepción. Hoy la violencia o la corrupción pueden estar en un lugar más preeminente en la agenda de los futuros gobernantes que la propia política económica, la pacificación o la descentralización. Lo que sí está claro es que cada vez es más difícil engañar a la población –aunque todavía nos “dejamos” engañar-. El boom de las comunicaciones, el internet y las redes sociales permiten una mayor transparencia y mucho mayor acceso a la información. Lamentablemente la tecnología orientada a fines non sanctos obliga también a tener más cuidado. Todo esto hace potencialmente a los candidatos más vulnerables. Siendo esto así, nos garantiza una campaña exigente, dura, que requiere más argumentos, mayor soporte. Claro que también asegura algo de circo, destapes, golpes bajos, y seguro que sorpresas hasta el final.
Habrá que esperar un par de meses a lo sumo para tener el juego completo sobre la mesa. Esto vendrá acompañado de encuestas y pronósticos que variarán casi semanalmente en uno u otro sentido. Pero como en la última elección nada estará dicho hasta el mes de Abril. Pues está claro que la opera no se acabará hasta que cante la gorda.
Algunos candidatos, con buen tiempo en campaña e intereses muy notorios, irían de todas maneras. Son los casos de Keiko Fujimori, Luis Castañeda y Ollanta Humala. Me resulta impensable creer que alguno de ellos declinaría sus aspiraciones a llegar al sillón de Pizarro. Toledo puede querer llegar nuevamente pero es más difícil para un ex presidente ser derrotado en una elección que para un perdedor de siempre o una nueva figura. No ganar le significaría también perder influencia local, prestigio internacional e incluso posibilidades futuras. Por lo tanto, querrá estar bien seguro de sus reales opciones antes de candidatear.
El panorama luce algo distinto al de elecciones anteriores. Esta vez tenemos varios candidatos que representan posiciones doctrinarias –si así podríamos llamarlas en estos tiempos- cercanas, aunque proyectos políticos claramente diferentes –lo cual a la población parecería importarle poco-. Incluso la izquierda moderna aún sin una clara representación, aunque indudablemente con incuestionables probabilidades luego de la victoria de Fuerza Social, estaría mucho más cerca de un modelo pro sistema que de las propuestas tradicionales de la izquierda. Se menciona a Nano Guerra García, colaborador de Susana Villarán en sus temas de pequeña y mediana empresa, quien ya apareció en algunas publicaciones y programas de televisión confirmando su interés por ser candidato. También a Vladimiro Huaroc, ex presidente de la región Junín quien renunciara al cargo justamente para estar expedito para una posible candidatura. No olvidemos que Huaroc es el actual presidente de Fuerza Social y quien hizo posible que el movimiento de Susana pudiera candidatear a la alcaldía. Tampoco se ha descartado la alianza de FS con otros movimientos como Perú Posible, habiéndose sí hecho el deslinde con movimientos extremistas o fuerzas políticas democráticas más radicales como el Partido Nacionalista.
En este ya inusual contexto electoral, aparece ahora la candidatura de Mercedes Araoz como punta de lanza del Partido Aprista –aunque todavía no estamos tan seguros si del partido o de su presidente-. Es de difícil lectura en este ajedrez político qué hay detrás de esta nominación. Se especula que el partido aprista, con su evidente pobreza de cuadros propios, estaría sacrificando a Meche con la intención de tentar alianzas que ayuden a blindar a Alan García para los próximos cinco años. Está claro que los coqueteos de Alan con Castañeda y con los propios fujimoristas apuntan a los habituales acuerdos políticos que impliquen concesiones mutuas a la hora de poner sobre el tapete los temas de corrupción. En esto tanto el poder ejecutivo como en especial el Congreso han demostrado su gran capacidad para esconder la basura debajo de la alfombra y evitar que estos ejemplares de la corrupción –que ya todos sabemos quiénes son- sigan impunes detentando cargos públicos y en la representación nacional.
Si no lograra acuerdos con otra fuerza política, la guapa candidata estaría dividiendo el voto de centro y centro derecha. Esto, sin las alianzas necesarias de por medio, lo único que haría sería debilitar las candidaturas de Castañeda, Toledo, alguna eventual del PPC –se hablaba de Daniel Córdova- e incluso la izquierda de Villarán. No tanto así las de Keiko y Humala, quienes se mueven por consideraciones distintas a las que representan los candidatos mencionados. Los fujimoristas, sin un proyecto claro de gobierno, más enfocados en limpiar al dictador japonés, basados en la simpatía y arraigo del clan Fujimori sobre todo en el interior del país donde dejó obra en los 90s. Humala con posiciones extremistas anti sistema que recogen la insatisfacción de un todavía gran sector de la población que tiene poco que perder y que opta por lo general a oponerse a todo lo que signifique el statu quo. A estas alturas ya resulta poco probable pensar que Alex Kouri tentaría una opción, después de su desafortunada candidatura fallida en las municipales. También creemos que PPK, Yehude o los sobrevivientes de Acción Popular terminarán formando parte de un grupo mayor que les garantice chamba en el congreso o el poder ejecutivo por cinco años más.
Si bien Araoz, Córdova o Guerra García podría decirse que son candidatos nóveles y que aportarían algo de variedad a la oferta, en todos los casos habría fuerzas políticas consolidadas detrás de sus candidaturas. No tendríamos pues el fenómeno del outsider puro del que se ha venido hablando, tal como hace veinte años un partidito liderado por un ingeniero agrónomo sorprendió al mundo entero derrotando a los grandes conglomerados de la derecha e izquierda tradicional así como a un alicaído partido aprista que increíblemente terminó decidiendo la suerte del Perú con su apoyo al japonés, a pesar de estar dejando un país pobre, endeudado y convulsionado por el terror.
Ante este panorama político, se hace aún difícil el análisis. Mucho dependerá de las posibles alianzas que se constituyan en estos días. No necesitamos encuestas para saber que nuestro pueblo premia las obras más que la honestidad, prefiere el autoritarismo al diálogo, se atemoriza fácilmente por una campaña mediática (recordemos que Lourdes acortó casi quince puntos en la semana anterior a las elecciones municipales por el feroz ataque de los medios), presta más atención al jingle y el bailecito que a un coherente plan de gobierno y también que a veces sucumbe a la retórica y al verbo florido. No nos olvidemos tampoco del gran poder de las mujeres que, más allá de su condición de género, están sobre una ola que se está imponiendo en gran parte del mundo, incluyendo nuestro país.
Es cierto que el electorado está cambiando en su configuración. Gente más joven sin los traumas de la insania terrorista y la hiperinflación. Sectores de la población con más acceso a la modernidad y al mercado. Los problemas álgidos del país han ido variando, por lo menos en su percepción. Hoy la violencia o la corrupción pueden estar en un lugar más preeminente en la agenda de los futuros gobernantes que la propia política económica, la pacificación o la descentralización. Lo que sí está claro es que cada vez es más difícil engañar a la población –aunque todavía nos “dejamos” engañar-. El boom de las comunicaciones, el internet y las redes sociales permiten una mayor transparencia y mucho mayor acceso a la información. Lamentablemente la tecnología orientada a fines non sanctos obliga también a tener más cuidado. Todo esto hace potencialmente a los candidatos más vulnerables. Siendo esto así, nos garantiza una campaña exigente, dura, que requiere más argumentos, mayor soporte. Claro que también asegura algo de circo, destapes, golpes bajos, y seguro que sorpresas hasta el final.
Habrá que esperar un par de meses a lo sumo para tener el juego completo sobre la mesa. Esto vendrá acompañado de encuestas y pronósticos que variarán casi semanalmente en uno u otro sentido. Pero como en la última elección nada estará dicho hasta el mes de Abril. Pues está claro que la opera no se acabará hasta que cante la gorda.
lunes, 25 de octubre de 2010
Entre mentiras, mariconadas y peloteros
Rápidamente una estupidez más de nuestros bien amados peloteros cholos ha ganado carátulas y titulares de toda la prensa, la deportiva y también la que se autodenomina seria. Por eso, estamos todos escandalizados por tres muchachitos que se van de putas después de una derrota más de esas a las que nos tienen acostumbrados. Estamos más que indignados porque unos pendejitos de poca cultura e inteligencia, que ahora tienen dinero para darse lujos que algunos quisiéramos, han traicionado a un país que nuevamente les dio su confianza para ir en búsqueda del mundial ansiado. Y entonces queremos que sean castigados ejemplarmente para que los demás escarmienten...
Pero ¿es que esperamos con estas medidas que nuestros futbolistas realmente pongan las barbas en remojo? ¿acaso podemos esperar respeto al principio de autoridad en un país donde el propio jefe de estado insulta nuestra inteligencia al urdir una burda mentira para exculparse de la agresión violenta a ese pobre tipo desubicado que le dijo corrupto en un acto público?¿Podemos esperar algo distinto cuando el presidente de nuestro poder judicial -el único poder del estado más corrupto que el propio ejecutivo- apaña a este señor bajo la increíble teoría de que es legítima defensa porque no podemos ser un país de maricas? ¿Podemos esperar mucho de estos jóvenes de origen humilde en un país donde su propia institucionalidad muestra tal carencia de valores?
Hace unos días aplaudimos los cien mil euros de multa que tuvo que pagar Paolo Guerrero en Alemania por arrojarle una botella de plástico en la cara a un hincha que lo insultó a la salida de la cancha, práctica muy común en cualquier estadio del mundo (me refiero a los insultos, no al botellazo). También nos solidarizamos con la vedette de moda que fue maltratada salvajemente por su marido celoso, al igual que otros tantos miles maltratan física y psicológicamente a sus mujeres por el solo hecho de serlo (me refiero a las mujeres, no al patán). Nos perturbó que una población descontrolada de alguna barriada atara desnudo a un poste a un ladrón atrapado robándose unas cuantas gallinas y lo golpeara casi hasta matarlo, cuando sabemos que esta policía que tenemos no estuvo a tiempo para evitarlo ni lo estará por un buen tiempo (me refiero a la paliza, no al gallinicidio). Cada día nos horrorizamos con hechos similares y juzgamos implacablemente a aquellos a quienes la vida les negó la oportunidad de una buena educación y de un buen ejemplo, perdiendo de vista lo que realmente importa (me refiero al verdadero tema de fondo…)
Muchos somos los mismos a quienes nos parece casi normal que nuestros mandatarios, nuestras autoridades, den golpes de estado, o conspiren para “desaparecer” estudiantes sospechosos de terrorismo; los mismos que nos hacemos de la vista gorda cuando los vemos robar pero los perdonamos porque hacen obras; o los mismos a los que nos parece poco relevante que nieguen su paternidad sobre alguna hija o tengan otros fuera del matrimonio; los mismos que pasamos por alto que le pateen el trasero a personas poco inteligentes que se atraviesan en su camino o abofeteen a quienes les gritan en la cara verdades a voces. Pero peor que todo lo anterior, los mismos que permitimos que nos mientan día a día, en cada discurso, en cada entrevista, en cada declaración. Los mismos que convivimos con una doble moral que creo que es la principal causa por la cual, aún en una época de crecimiento económico, seguimos perdiendo claramente la lucha contra la corrupción, la delincuencia y la mentira.
No creo que sea ninguna falta irreparable que unos muchachos irresponsables se escapen de una concentración, frente a la debacle moral que vemos por esa ventana que nos abren los medios de comunicación cada día. Seguramente ya nos encargaremos de contribuir, a partir de mañana y después de los castigos de rigor a esos jugadores poco patriotas, a la creación de una nueva cortina de humo (no porque sea un invento sino por el orden de importancia que le damos) que nos haga olvidar el respeto que nos merecemos por el sólo hecho de ser hijos de este país que lamentablemente tanto anormal representa oficialmente.
18 de Octubre 2010
Pero ¿es que esperamos con estas medidas que nuestros futbolistas realmente pongan las barbas en remojo? ¿acaso podemos esperar respeto al principio de autoridad en un país donde el propio jefe de estado insulta nuestra inteligencia al urdir una burda mentira para exculparse de la agresión violenta a ese pobre tipo desubicado que le dijo corrupto en un acto público?¿Podemos esperar algo distinto cuando el presidente de nuestro poder judicial -el único poder del estado más corrupto que el propio ejecutivo- apaña a este señor bajo la increíble teoría de que es legítima defensa porque no podemos ser un país de maricas? ¿Podemos esperar mucho de estos jóvenes de origen humilde en un país donde su propia institucionalidad muestra tal carencia de valores?
Hace unos días aplaudimos los cien mil euros de multa que tuvo que pagar Paolo Guerrero en Alemania por arrojarle una botella de plástico en la cara a un hincha que lo insultó a la salida de la cancha, práctica muy común en cualquier estadio del mundo (me refiero a los insultos, no al botellazo). También nos solidarizamos con la vedette de moda que fue maltratada salvajemente por su marido celoso, al igual que otros tantos miles maltratan física y psicológicamente a sus mujeres por el solo hecho de serlo (me refiero a las mujeres, no al patán). Nos perturbó que una población descontrolada de alguna barriada atara desnudo a un poste a un ladrón atrapado robándose unas cuantas gallinas y lo golpeara casi hasta matarlo, cuando sabemos que esta policía que tenemos no estuvo a tiempo para evitarlo ni lo estará por un buen tiempo (me refiero a la paliza, no al gallinicidio). Cada día nos horrorizamos con hechos similares y juzgamos implacablemente a aquellos a quienes la vida les negó la oportunidad de una buena educación y de un buen ejemplo, perdiendo de vista lo que realmente importa (me refiero al verdadero tema de fondo…)
Muchos somos los mismos a quienes nos parece casi normal que nuestros mandatarios, nuestras autoridades, den golpes de estado, o conspiren para “desaparecer” estudiantes sospechosos de terrorismo; los mismos que nos hacemos de la vista gorda cuando los vemos robar pero los perdonamos porque hacen obras; o los mismos a los que nos parece poco relevante que nieguen su paternidad sobre alguna hija o tengan otros fuera del matrimonio; los mismos que pasamos por alto que le pateen el trasero a personas poco inteligentes que se atraviesan en su camino o abofeteen a quienes les gritan en la cara verdades a voces. Pero peor que todo lo anterior, los mismos que permitimos que nos mientan día a día, en cada discurso, en cada entrevista, en cada declaración. Los mismos que convivimos con una doble moral que creo que es la principal causa por la cual, aún en una época de crecimiento económico, seguimos perdiendo claramente la lucha contra la corrupción, la delincuencia y la mentira.
No creo que sea ninguna falta irreparable que unos muchachos irresponsables se escapen de una concentración, frente a la debacle moral que vemos por esa ventana que nos abren los medios de comunicación cada día. Seguramente ya nos encargaremos de contribuir, a partir de mañana y después de los castigos de rigor a esos jugadores poco patriotas, a la creación de una nueva cortina de humo (no porque sea un invento sino por el orden de importancia que le damos) que nos haga olvidar el respeto que nos merecemos por el sólo hecho de ser hijos de este país que lamentablemente tanto anormal representa oficialmente.
18 de Octubre 2010
La influencia de MVLL en mi vida
Debo haber tenido diez u once años cuando descubrí a MVLL. Pasaron más de treinta. Ya por esa época era considerado el más importante de los escritores peruanos contemporáneos, habiendo sido uno de los mayores exponentes del llamado boom latinoamericano, movimiento sesentero que reunió a los grandes talentos de esta parte del mundo como Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Casi junto a él me topé con Gabo y Julio Ramón Ribeyro, genios del boom que pasaron a convertirse en mi triunvirato preferido. Empecé con cuentos, aunque debo reconocer que las historias de marginalidad de los dos primeros tomos de " La Palabra del Mudo" superaron en mis preferencias a las de "Los Jefes", que me dejaron con cierto sabor de inconformidad ante la sensación de quedarme ante algo que se terminó a la mitad, quizás porque siendo su ópera prima recogía relatos que más bien fueron novelas truncas. Mi amor por la lectura debo debérsela a ellos pues me hicieron conocer mundos y personajes inolvidables que después de tanto tiempo todavía recuerdo con nitidez y hasta con cariño.
En ese tiempo, Vargas Llosa era para mi un escritor desconcertante en tanto sus cuentos y novelas retrataban la vida rebelde de jóvenes y adolescentes que se sublevaban al medio y al orden de cosas, lo cual era provocador para mi edad pero subversivo por la educación recibida en casa. Desde Los Jefes en que nos muestra una rebelión estudiantil en su cuento "la huelga" y luego una lucha a chavetazos en "el desafío", hasta un mundo de violencia y descontrol en "La Ciudad y los Perros" en la que el rompimiento de ciertos códigos del grupo son capaces de provocar historias tan sórdidas como el crimen del Esclavo en manos del temible Jaguar. A pesar de ello, recuerdo haber cumplido los 12 años y haber leido ya tres veces la historia del teniente Gamboa y el Poeta, atrapado entre el amor a la insignificante Teresa y sus prejuicios sociales que lo empujaron a elegir por su enamoradita miraflorina Marcela. Recuerdo la crudeza del lenguaje que a esa edad me daba la sensación de afinidad generacional con el autor, que me encantaba, pero que hasta llegaba a avergonzarme a mi mismo en ocasiones. Recuerdo la impresión al conocer las vicisitudes de Pichula Cuéllar de "Los Cachorros", cuya brutalidad de su castración me impactó tremendamente.
Seguí con "La Casa Verde" que no mostraba esta vez adolescentes sino más bien decadentes adultos que a lo largo de la novela se van destruyendo lentamente. Ésta como las anteriores, dejaban una sensación extraña por el carácter ciertamente autobiográfico, con personajes imaginarios pero que nos dejan atrapados entre la verdad y la leyenda, entre la fantasía y la realidad. Pero Varguitas además era un escritor muy ameno. "Pantaleón y las Visitadoras" fue sin duda una obra maravillosa cuya promiscuidad en plena adolescencia me resultó excitante. Del burdel piurano de Anselmo de la casa verde pasamos a las bataclanas de Don Panta, quienes movilizaron mis hormonas a una velocidad que ninguna revistita de la época pudo haber logrado. Fue una novela que recuerdo haber leído en los recreos en plena secundaria y que me hizo despertar aún más que algunos años atrás la pies dorados de "La Ciudad y los Perros". Por esa época cogí también los dos tomos de "Conversación en la Catedral". Posiblemente, junto a "Cien Años de Soledad" la más influyente novela de mi adolescencia. Fue una novela que a diferencia de las otras que mostraban realidades parciales o institucionales, ponía en conexto la totalidad del país de aquel entonces. Una novela que incluso retrató hechos reales, recuerdo puntualmente la revuelta y huelga de Arequipa contra el general Odría, el mundo del periodismo en el que pululaba Zavalita entre la bohemia y su conciencia de clase, la corrupción del régimen que seguramente no es muy diferente a la que existe en nuestros días, aunque menos sofisticada y sin vladivideos.
Sin embargo después de éstas, y mientras descubría otros autores y crecía mi interés por otro tipo de literatura, voy abandonando el gusto por Vargas Llosa. Fueron tiempos en que se había movido ya de sus posiciones radicales de defensa de la revolución de Fidel para irse totalmente hacia el otro extremo, el de la derecha más reaccionaria de aquel entonces. Momentos en que se profundizó su enemistad con Gabo y en la que su presencia mediática me resultaba por lo menos antipática. Todo esto me llevó a irlo abandonando, diferencias literarias, diferencias personales, diferencias políticas. Me lo pasé de largo cuando "La Guerra del Fin del Mundo", su Tía Julia, "Los cuadernos de Don Rigoberto" y muchas más. Y la verdad nunca me sentí tentado de recobrar el tiempo perdido, pues nunca volví por esa obra por la que pasé de largo como quien pasa una estación de tren con la idea de que no pasará nunca más en la ruta de regreso. Sin embargo, lo retomé muchos años después, luego de su intento fallido en la política que, contra lo que piensan muchos, seguramente hubiera terminado de desdibujarlo y hoy tendríamos un expresidente poco querido y no un laureado premio nobel. Un día, ya casado, me encontré en casa de mis padres un ejemplar de "La Fiesta del Chivo", que tomé primero por simple curiosidad, pero luego de hojear las primeras páginas, me atrapó. Me atrapó por su riqueza narrativa y su técnica ya utilizada en algunas de sus primeras novelas, despedazando el relato en muchos pedazos para luego montarlos en una composición novelística, combinando episodios que ocurren en tiempos y lugares distintos, circulando las vivencias de cada episodio enriqueciéndose mutuamente. Otra vez sus increíbles personajes, todos de la vida real, hicieron imposible que no devorara el libro en dos o tres días y que luego, tal como me sucede en estos casos, me diera tiempo para seguir releyendo durante las semanas posteriores. De esta forma, recuperé el gusto por MVLL, siguiendo luego con su obra periodística y también literaria, pudiendo deleitarme también con "Las travesuras de la niña mala", un relato promiscuo y dramático que seguro volveré a hojear un día de estos.
Por todo esto, para mi es una satisfacción que este gran escritor haya recibido el Premio Nobel. Me satisface porque significó mucho en mi despertar y el amor que hoy siento por la lectura. Como también me dio gusto que lo obtuviera Gabo hace casi treinta años y que me impulsó a leer todo lo que escribiera y cayera por mis manos desde entonces. En esa línea, quizás ahora sí decida desandar en busca de lo que dejé en el camino sin leer. Por eso me da gusto. No soy de los que se sube al carro del orgullo popular porque un peruano ilustre haya sido reconocido de esta manera. Pero reconozco el valor de un compatriota que nos ayuda nuevamente a colocarnos en el mapa, a estar visibles para los ojos de mundo. Así que además de sus libros, eso tendremos que agradecérselo también.
En ese tiempo, Vargas Llosa era para mi un escritor desconcertante en tanto sus cuentos y novelas retrataban la vida rebelde de jóvenes y adolescentes que se sublevaban al medio y al orden de cosas, lo cual era provocador para mi edad pero subversivo por la educación recibida en casa. Desde Los Jefes en que nos muestra una rebelión estudiantil en su cuento "la huelga" y luego una lucha a chavetazos en "el desafío", hasta un mundo de violencia y descontrol en "La Ciudad y los Perros" en la que el rompimiento de ciertos códigos del grupo son capaces de provocar historias tan sórdidas como el crimen del Esclavo en manos del temible Jaguar. A pesar de ello, recuerdo haber cumplido los 12 años y haber leido ya tres veces la historia del teniente Gamboa y el Poeta, atrapado entre el amor a la insignificante Teresa y sus prejuicios sociales que lo empujaron a elegir por su enamoradita miraflorina Marcela. Recuerdo la crudeza del lenguaje que a esa edad me daba la sensación de afinidad generacional con el autor, que me encantaba, pero que hasta llegaba a avergonzarme a mi mismo en ocasiones. Recuerdo la impresión al conocer las vicisitudes de Pichula Cuéllar de "Los Cachorros", cuya brutalidad de su castración me impactó tremendamente.
Seguí con "La Casa Verde" que no mostraba esta vez adolescentes sino más bien decadentes adultos que a lo largo de la novela se van destruyendo lentamente. Ésta como las anteriores, dejaban una sensación extraña por el carácter ciertamente autobiográfico, con personajes imaginarios pero que nos dejan atrapados entre la verdad y la leyenda, entre la fantasía y la realidad. Pero Varguitas además era un escritor muy ameno. "Pantaleón y las Visitadoras" fue sin duda una obra maravillosa cuya promiscuidad en plena adolescencia me resultó excitante. Del burdel piurano de Anselmo de la casa verde pasamos a las bataclanas de Don Panta, quienes movilizaron mis hormonas a una velocidad que ninguna revistita de la época pudo haber logrado. Fue una novela que recuerdo haber leído en los recreos en plena secundaria y que me hizo despertar aún más que algunos años atrás la pies dorados de "La Ciudad y los Perros". Por esa época cogí también los dos tomos de "Conversación en la Catedral". Posiblemente, junto a "Cien Años de Soledad" la más influyente novela de mi adolescencia. Fue una novela que a diferencia de las otras que mostraban realidades parciales o institucionales, ponía en conexto la totalidad del país de aquel entonces. Una novela que incluso retrató hechos reales, recuerdo puntualmente la revuelta y huelga de Arequipa contra el general Odría, el mundo del periodismo en el que pululaba Zavalita entre la bohemia y su conciencia de clase, la corrupción del régimen que seguramente no es muy diferente a la que existe en nuestros días, aunque menos sofisticada y sin vladivideos.
Sin embargo después de éstas, y mientras descubría otros autores y crecía mi interés por otro tipo de literatura, voy abandonando el gusto por Vargas Llosa. Fueron tiempos en que se había movido ya de sus posiciones radicales de defensa de la revolución de Fidel para irse totalmente hacia el otro extremo, el de la derecha más reaccionaria de aquel entonces. Momentos en que se profundizó su enemistad con Gabo y en la que su presencia mediática me resultaba por lo menos antipática. Todo esto me llevó a irlo abandonando, diferencias literarias, diferencias personales, diferencias políticas. Me lo pasé de largo cuando "La Guerra del Fin del Mundo", su Tía Julia, "Los cuadernos de Don Rigoberto" y muchas más. Y la verdad nunca me sentí tentado de recobrar el tiempo perdido, pues nunca volví por esa obra por la que pasé de largo como quien pasa una estación de tren con la idea de que no pasará nunca más en la ruta de regreso. Sin embargo, lo retomé muchos años después, luego de su intento fallido en la política que, contra lo que piensan muchos, seguramente hubiera terminado de desdibujarlo y hoy tendríamos un expresidente poco querido y no un laureado premio nobel. Un día, ya casado, me encontré en casa de mis padres un ejemplar de "La Fiesta del Chivo", que tomé primero por simple curiosidad, pero luego de hojear las primeras páginas, me atrapó. Me atrapó por su riqueza narrativa y su técnica ya utilizada en algunas de sus primeras novelas, despedazando el relato en muchos pedazos para luego montarlos en una composición novelística, combinando episodios que ocurren en tiempos y lugares distintos, circulando las vivencias de cada episodio enriqueciéndose mutuamente. Otra vez sus increíbles personajes, todos de la vida real, hicieron imposible que no devorara el libro en dos o tres días y que luego, tal como me sucede en estos casos, me diera tiempo para seguir releyendo durante las semanas posteriores. De esta forma, recuperé el gusto por MVLL, siguiendo luego con su obra periodística y también literaria, pudiendo deleitarme también con "Las travesuras de la niña mala", un relato promiscuo y dramático que seguro volveré a hojear un día de estos.
Por todo esto, para mi es una satisfacción que este gran escritor haya recibido el Premio Nobel. Me satisface porque significó mucho en mi despertar y el amor que hoy siento por la lectura. Como también me dio gusto que lo obtuviera Gabo hace casi treinta años y que me impulsó a leer todo lo que escribiera y cayera por mis manos desde entonces. En esa línea, quizás ahora sí decida desandar en busca de lo que dejé en el camino sin leer. Por eso me da gusto. No soy de los que se sube al carro del orgullo popular porque un peruano ilustre haya sido reconocido de esta manera. Pero reconozco el valor de un compatriota que nos ayuda nuevamente a colocarnos en el mapa, a estar visibles para los ojos de mundo. Así que además de sus libros, eso tendremos que agradecérselo también.
Se acaba una campaña que ha desnudado nuestras propias miserias... (dos días antes)
Creo que cualquier analista político habría naufragado en estas elecciones municipales. La cantidad de episodios que se fueron sucediendo desde que arrancó la campaña, nos hizo ver un panorama que iba cambiando a medida que se iban moviendo las fichas en una u otra dirección. Para un comunicador como yo, el proceso ha resultado sorprendente. Para un amante de la democracia como yo, el proceso ha sido nauseabundo.
Luego de casi diez años y dos gobiernos, hemos visto con pena que no hemos podido desligarnos de la herencia montesinista que nos dejó ese oscuro personaje y su protector japonés. A fines del siglo pasado fuimos testigos de excepción de la asquerosa venta de las líneas editoriales de casi toda la prensa nacional por maletines llenos de dinero que, sin ningún escrúpulo, se entregaron a intereses mafiosos en contra de todos los peruanos. Esta vez, la cosa no ha sido muy diferente. Olvidando la responsabilidad que tienen por dar información veraz y objetiva, medios y principales periodistas, optaron por defender a su candidato de preferencia utilizando los métodos más siniestros. Tuvimos a un Jaime Bayly en una campaña diaria de demolición, primero de Kouri y luego, éste fuera de combate, impiadosa batería pesada contra la candidata de la derecha. En la vereda de enfrente, un alineamiento como nunca antes visto de los principales líderes de opinión de medios audiovisuales y grupos de prensa escrita. Se inventó, se mintió, se exageró, se asustó, se recurrió a todas las armas para intentar frenar el crecimiento vertiginoso de la candidata de la izquierda. En este contexto, se sacaron audios obtenidos ilegalmente en canales de televisión y estaciones de radio que, más allá de desnudar debilidades personales y prácticas non sanctas, fueron la expresión más clara del nivel al que habíamos llegado. Por eso ya no podía sorprender que esta última semana, al estilo de las campañas orquestadas por Montesinos contra Andrade, Toledo y cualquier otro candidato que por un momento pusiera en riesgo la pretendida perpetuidad del poder de Fujimori, se tejieran las historias más rebuscadas e inverosímiles producto de la desesperación al ver alejarse cada vez más a la sorprendente Susana. Y así como la mafia supo siempre que nuestro ciudadano promedio puede ser manipulado, esta vez la prensa que se ufana de su defensa de la democracia hizo lo mismo. Es decir, vimos con vergüenza –por lo menos yo sí me avergüenzo- de lo que podemos ser capaces cuando queremos tumbar a alguien que no piensa como nosotros. Vimos a todos estos paladines de la democracia que más bien parecían ser parte de uno de esos sistemas totalitarios que ellos mismos repudian.
También vale la pena comentar que por primera vez en el país, las redes sociales han sido determinantes en la elección. La posibilidad de opinar del ciudadano de a pie, -derecho que estoy ejerciendo yo mismo en estos momentos- y que todos podamos oir y cuestionar con el mismo poder de alcance, sin duda que es lo más destacable a nivel de comunicación. A pesar de esto, creo que lamentablemente, ante falta de filtro, contribuyeron en parte a la desinformación y la calumnia. En ese sentido, los medios de comunicación tradicionales son los que terminaron orientando e influenciando la opinión de quienes quisimos expresarnos en estos espacios.
Creo que el final es impredecible. Sospecho que será casi de foto. En cualquier caso, espero que Lima gane. Ambas candidatas son mejores de lo que nos han querido hacer creer. Una pena que hayamos tenido que someterlas a nuestras propias miserias.
Luego de casi diez años y dos gobiernos, hemos visto con pena que no hemos podido desligarnos de la herencia montesinista que nos dejó ese oscuro personaje y su protector japonés. A fines del siglo pasado fuimos testigos de excepción de la asquerosa venta de las líneas editoriales de casi toda la prensa nacional por maletines llenos de dinero que, sin ningún escrúpulo, se entregaron a intereses mafiosos en contra de todos los peruanos. Esta vez, la cosa no ha sido muy diferente. Olvidando la responsabilidad que tienen por dar información veraz y objetiva, medios y principales periodistas, optaron por defender a su candidato de preferencia utilizando los métodos más siniestros. Tuvimos a un Jaime Bayly en una campaña diaria de demolición, primero de Kouri y luego, éste fuera de combate, impiadosa batería pesada contra la candidata de la derecha. En la vereda de enfrente, un alineamiento como nunca antes visto de los principales líderes de opinión de medios audiovisuales y grupos de prensa escrita. Se inventó, se mintió, se exageró, se asustó, se recurrió a todas las armas para intentar frenar el crecimiento vertiginoso de la candidata de la izquierda. En este contexto, se sacaron audios obtenidos ilegalmente en canales de televisión y estaciones de radio que, más allá de desnudar debilidades personales y prácticas non sanctas, fueron la expresión más clara del nivel al que habíamos llegado. Por eso ya no podía sorprender que esta última semana, al estilo de las campañas orquestadas por Montesinos contra Andrade, Toledo y cualquier otro candidato que por un momento pusiera en riesgo la pretendida perpetuidad del poder de Fujimori, se tejieran las historias más rebuscadas e inverosímiles producto de la desesperación al ver alejarse cada vez más a la sorprendente Susana. Y así como la mafia supo siempre que nuestro ciudadano promedio puede ser manipulado, esta vez la prensa que se ufana de su defensa de la democracia hizo lo mismo. Es decir, vimos con vergüenza –por lo menos yo sí me avergüenzo- de lo que podemos ser capaces cuando queremos tumbar a alguien que no piensa como nosotros. Vimos a todos estos paladines de la democracia que más bien parecían ser parte de uno de esos sistemas totalitarios que ellos mismos repudian.
También vale la pena comentar que por primera vez en el país, las redes sociales han sido determinantes en la elección. La posibilidad de opinar del ciudadano de a pie, -derecho que estoy ejerciendo yo mismo en estos momentos- y que todos podamos oir y cuestionar con el mismo poder de alcance, sin duda que es lo más destacable a nivel de comunicación. A pesar de esto, creo que lamentablemente, ante falta de filtro, contribuyeron en parte a la desinformación y la calumnia. En ese sentido, los medios de comunicación tradicionales son los que terminaron orientando e influenciando la opinión de quienes quisimos expresarnos en estos espacios.
Creo que el final es impredecible. Sospecho que será casi de foto. En cualquier caso, espero que Lima gane. Ambas candidatas son mejores de lo que nos han querido hacer creer. Una pena que hayamos tenido que someterlas a nuestras propias miserias.
El loco Galán
Antonio José Galán, no sólo fue el torero más querido en nuestro país, sino también en mi casa. Antonio hizo gran amistad con mi padre desde mediados de los años 70 en que participó en una edición de la ocasional corrida de San Fernando y en la que, para su mala suerte, se llevó una seria cornada que lo dejó fuera de circulación por algún tiempo. Con muletas pero sin perder su buen humor, estuvo un par de semanas después en casa, mostrándonos algunas de las muchísimas heridas que su intensa campaña como matador valeroso y tremendista le habían dejado. No olvido que esa vez contó orgullosamente más de treinta cicatrices. El encuentro de esa noche, fue el primero de una serie que durante más de 20 años se repitieron, en especial en el fundo de Lomas de Villa, locación donde reunía a sus amigos anualmente para celebrar su santo.
El querido loco no sólo participó en diez ediciones de nuestra feria de octubre, sino que fue animador permanente en celebraciones tradicionales y festejos a lo largo y ancho del país, incluyendo festivales de verano y hasta corridas goyescas. En muchas de estas ocasiones fue cogido o sufrió tremendos sustos –y nos hizo sufrir- al ensayar suertes imposibles, como entrar a matar con un pañuelo o sombrero en vez de muleta. Incluso lo recuerdo en trance -como se ponía siempre que el público jaleaba sus faenas- volcándose sobre el astado sin ningún tipo de engaño, rebotando y cayendo al descubierto, mientras los peones de brega hacían esfuerzos denodados por sacarlo intacto. Como también recuerdo a Antonio en estado total de exaltación, corriendo la mano lentamente mientras miraba a los tendidos y se pegaba al burel de turno, a pesar de las protestas de parte de los aficionados que no gustaban de este tipo de toreo. Como tengo memoria del arresto que cumplió luego de la corrida en que airadamente reclamó al juez de la plaza por una oreja no otorgada pese a la gran cantidad de pañuelos blancos en los tendidos.
Fue en noviembre del 2000 cuando lo busqué en su tendido de sombra mientras Enrique Ponce salía en hombros de la plaza luego de un triunfo resonante. Me acerqué a su barrera para pedirle el favor de visitar a mi padre, quien había sido internado hacía pocos días con un pronóstico muy grave. A pesar de que viajaría de vuelta a España un día después, el loco estuvo el lunes temprano dándole quizás la última gran alegría que tuvo mi padre en su vida. Recuerdo tanto el rostro de sorpresa de papá cuando lo vio entrar en la habitación con su peculiar simpatía: “Hey mataoor, tiene que recuperarse de esa cornáa para volver al ruedo…” mientras gesticulaba y reía a carcajadas armando un jaleo inusual en el frío pabellón del hospital. Pocos días después, el señor se llevó a mi padre con él. Pocos meses más tarde, no podría salir de mi asombro al ver, en los titulares de los principales diarios, la noticia del trágico accidente en que Antonio también nos dejaría para siempre...
El querido loco no sólo participó en diez ediciones de nuestra feria de octubre, sino que fue animador permanente en celebraciones tradicionales y festejos a lo largo y ancho del país, incluyendo festivales de verano y hasta corridas goyescas. En muchas de estas ocasiones fue cogido o sufrió tremendos sustos –y nos hizo sufrir- al ensayar suertes imposibles, como entrar a matar con un pañuelo o sombrero en vez de muleta. Incluso lo recuerdo en trance -como se ponía siempre que el público jaleaba sus faenas- volcándose sobre el astado sin ningún tipo de engaño, rebotando y cayendo al descubierto, mientras los peones de brega hacían esfuerzos denodados por sacarlo intacto. Como también recuerdo a Antonio en estado total de exaltación, corriendo la mano lentamente mientras miraba a los tendidos y se pegaba al burel de turno, a pesar de las protestas de parte de los aficionados que no gustaban de este tipo de toreo. Como tengo memoria del arresto que cumplió luego de la corrida en que airadamente reclamó al juez de la plaza por una oreja no otorgada pese a la gran cantidad de pañuelos blancos en los tendidos.
Fue en noviembre del 2000 cuando lo busqué en su tendido de sombra mientras Enrique Ponce salía en hombros de la plaza luego de un triunfo resonante. Me acerqué a su barrera para pedirle el favor de visitar a mi padre, quien había sido internado hacía pocos días con un pronóstico muy grave. A pesar de que viajaría de vuelta a España un día después, el loco estuvo el lunes temprano dándole quizás la última gran alegría que tuvo mi padre en su vida. Recuerdo tanto el rostro de sorpresa de papá cuando lo vio entrar en la habitación con su peculiar simpatía: “Hey mataoor, tiene que recuperarse de esa cornáa para volver al ruedo…” mientras gesticulaba y reía a carcajadas armando un jaleo inusual en el frío pabellón del hospital. Pocos días después, el señor se llevó a mi padre con él. Pocos meses más tarde, no podría salir de mi asombro al ver, en los titulares de los principales diarios, la noticia del trágico accidente en que Antonio también nos dejaría para siempre...
Sólo para taurinos
No tengo memoria de la fecha en que pisé Acho por primera vez. Mi padre me contó que fue cuando sólo tenía tres años, la misma edad en que el aboyo Salmón lo llevó al tendido. Él pudo ver desde niño al Califa, a Domingo Ortega y a César Girón. A los primeros que yo recuerdo con claridad de esos primero años son a Paco Camino y Ángel Teruel. Después de ellos los vi a todos. No perdí a uno, más de cuarenta temporadas ininterrumpidas palpitando mi feria de octubre. Esperando el clarín a las 3:30 pm. en punto, quizás una de las poquísimas cosas que empiezan puntuales en este país. Esperando el paseíllo al son del Gallito tocado por la Guardia Republicana, uno de los paso dobles más emblemáticos de esta plaza. Como muchos otros que me ponen la piel de gallina cuando los escucho. La sensación de vivir esa fiesta de color que sólo Euzquito es capaz de retratar en su brillante artículo en opinionytoros.com. Desde el color de los boletos –los de antes-, los carteles, las hermosas mujeres del tendido, los cautivantes trajes de luces, las largas banderillas, el suave recorrido de un capote en un largo lance o la templada muleta recogida en un rotundo trincherazo.
Acho era mi casa. Llegábamos muy temprano, aún antes de que abriera sus rejas, para entrar por la sesina, la puerta por donde trabajadores, subalternos y autoridades llegaban a la plaza. Por lo general acudíamos al pesaje y al sorteo del ganado. No era medio día aún pero ya estábamos disfrutando la corrida viendo los ejemplares de más de 450 kilos que tocarían en suerte esa tarde. Ya opinábamos sobre el trapío, la edad, la cornamenta de los astados, felicitándonos de que aquellos que nos gustaran le hubieran tocado en suerte a nuestros toreros predilectos. Para mí, entre tanto exponente del arte de Cúchares, esperaba con más ansias que nunca cuando alternaban grandes artistas como Curro Vásquez, José Mari, El Capea, Joaquín Bernadó o Paco Ojeda; Paco Alcalde y sus banderillas poderosas, aún mejor rehiletero que el inmortal Paquirri y casi tan espectacular como los más recientes Víctor Mendes y El Fandi. O los arrojados que se comían el tendido como Palomo Linares, Dámaso Gonzales o el querido loco Galán quienes más de una vez ejecutaron el volapié sin muleta, acaso con un sombrero o un pañuelo. Distintos estilos, pero con el sello del arte y el valor en su andar, en sus miradas. A todos los esperaba ansioso mientras avanzaba el reloj hasta la hora del clarín, a veces guardando sitio en la escalera dos horas antes porque no había pagado boleto.
Gran parte de mi niñez y juventud viví alrededor de mi mayor afición. Mi cuarto era un cartel de toros, donde no asomaba un centímetro de pared en blanco que no estuviera cubierto por un afiche, un collage de fotos, o cualquier recorte de alguna revista taurina. Parado frente al espejo ensayaba largas faenas con toros imaginarios, con el trapo más cercano que tuviera a mano, una toalla de baño, un mantel o más adelante mis primeros trastos de torear traídos por mi padre en algún viaje al viejo mundo. La música que acompañaba la lidia en el viejo tocadiscos no podía dejar de ser Suspiros de España, Manolete, Pepita Creus, el Gato Montés o Plaza de las Ventas. Ni qué decir de los amigos, muchos de ellos – y que espero que puedan leer estas líneas-, con quiénes evocábamos la última tarde, la última feria; con quiénes también debatíamos sobre los innumerables tópicos que pueden desprenderse de una afición tan rica, o más tarde cuando echábamos un par de capotazos en alguna tienta. Amigos con quienes nos colábamos por años cuando no producíamos para comprar una entrada, entrando a la plaza con nuestro querido “pescao”(*) por alguna propina, trepando paredes por las casas aledañas a pesar de amenazas de los vecinos -que alguna vez nos apuntaron con una escopeta-, escondidos bajo el camión que llevaba los toros o, en el caso más anecdótico y divertido, colgado del brazo del matador mientras a viva voz gritaba “permiso, permiso, abran paso al maestro”.
Vivir esa fiesta me cautivó desde niño y hoy veo con algo de tristeza el avance de esa creciente legión antitaurina -a la que respeto profundamente pero cuya visión no puedo compartir- que lucha por la abolición de la fiesta brava. Creo que sería mentir decir que no es una fiesta cruel, sangrienta y capaz de herir la sensibilidad de muchos quienes aman a los animales. Quizás haber pasado la vida entera palpitando el arte de una buena faena me impiden abrigar los mismos sentimientos. Quizás la gran cantidad de literatura y tertulia sobre el tema me convencieron de la naturaleza del toreo y el toro de lidia, de la tradición de la fiesta. Quizás haber crecido leyendo la vida y muerte de Joselito, Granero, Ignacio Sánchez Mejía y Manolete o quizás el haber gozado casi hasta el paroxismo faenas inmensas como la de José Mari a ese sobrero brocho de Chuquizongo en la feria del 77, cuando sin sentarnos derramábamos lágrimas viendo como series de redondos interminables bordaban quizás la faena más maravillosa que vi en mi vida. Quizás todo eso me da esa convicción en mi defensa y amor por la tauromaquia.
Podría seguir recordando momentos felices corriendo bajo sus portales, en los corrales, tendidos y el callejón de mi Acho querido… tantos momentos únicos e irrepetibles…
La fiesta de los toros. Una expresión del arte insuperable que llenó tantos años de mi vida. Una afición que nunca podré perder y que espero poder seguir disfrutando mientras el cuerpo aguante.
Oooole!
(*) Pescao, uno de los personajes más entrañables de la plaza, vendedor de cerveza que conocí en un momento de desesperación en que se acercaba la hora de la corrida y como casi siempre no tenía un centavo para pagar una entrada. Por años docenas de amigos entraron con él de las formas más insólitas a cambio de un “sencillo”. Estoy seguro que es el responsable de gran parte de la afición de muchos chicos de mi generación…
Acho era mi casa. Llegábamos muy temprano, aún antes de que abriera sus rejas, para entrar por la sesina, la puerta por donde trabajadores, subalternos y autoridades llegaban a la plaza. Por lo general acudíamos al pesaje y al sorteo del ganado. No era medio día aún pero ya estábamos disfrutando la corrida viendo los ejemplares de más de 450 kilos que tocarían en suerte esa tarde. Ya opinábamos sobre el trapío, la edad, la cornamenta de los astados, felicitándonos de que aquellos que nos gustaran le hubieran tocado en suerte a nuestros toreros predilectos. Para mí, entre tanto exponente del arte de Cúchares, esperaba con más ansias que nunca cuando alternaban grandes artistas como Curro Vásquez, José Mari, El Capea, Joaquín Bernadó o Paco Ojeda; Paco Alcalde y sus banderillas poderosas, aún mejor rehiletero que el inmortal Paquirri y casi tan espectacular como los más recientes Víctor Mendes y El Fandi. O los arrojados que se comían el tendido como Palomo Linares, Dámaso Gonzales o el querido loco Galán quienes más de una vez ejecutaron el volapié sin muleta, acaso con un sombrero o un pañuelo. Distintos estilos, pero con el sello del arte y el valor en su andar, en sus miradas. A todos los esperaba ansioso mientras avanzaba el reloj hasta la hora del clarín, a veces guardando sitio en la escalera dos horas antes porque no había pagado boleto.
Gran parte de mi niñez y juventud viví alrededor de mi mayor afición. Mi cuarto era un cartel de toros, donde no asomaba un centímetro de pared en blanco que no estuviera cubierto por un afiche, un collage de fotos, o cualquier recorte de alguna revista taurina. Parado frente al espejo ensayaba largas faenas con toros imaginarios, con el trapo más cercano que tuviera a mano, una toalla de baño, un mantel o más adelante mis primeros trastos de torear traídos por mi padre en algún viaje al viejo mundo. La música que acompañaba la lidia en el viejo tocadiscos no podía dejar de ser Suspiros de España, Manolete, Pepita Creus, el Gato Montés o Plaza de las Ventas. Ni qué decir de los amigos, muchos de ellos – y que espero que puedan leer estas líneas-, con quiénes evocábamos la última tarde, la última feria; con quiénes también debatíamos sobre los innumerables tópicos que pueden desprenderse de una afición tan rica, o más tarde cuando echábamos un par de capotazos en alguna tienta. Amigos con quienes nos colábamos por años cuando no producíamos para comprar una entrada, entrando a la plaza con nuestro querido “pescao”(*) por alguna propina, trepando paredes por las casas aledañas a pesar de amenazas de los vecinos -que alguna vez nos apuntaron con una escopeta-, escondidos bajo el camión que llevaba los toros o, en el caso más anecdótico y divertido, colgado del brazo del matador mientras a viva voz gritaba “permiso, permiso, abran paso al maestro”.
Vivir esa fiesta me cautivó desde niño y hoy veo con algo de tristeza el avance de esa creciente legión antitaurina -a la que respeto profundamente pero cuya visión no puedo compartir- que lucha por la abolición de la fiesta brava. Creo que sería mentir decir que no es una fiesta cruel, sangrienta y capaz de herir la sensibilidad de muchos quienes aman a los animales. Quizás haber pasado la vida entera palpitando el arte de una buena faena me impiden abrigar los mismos sentimientos. Quizás la gran cantidad de literatura y tertulia sobre el tema me convencieron de la naturaleza del toreo y el toro de lidia, de la tradición de la fiesta. Quizás haber crecido leyendo la vida y muerte de Joselito, Granero, Ignacio Sánchez Mejía y Manolete o quizás el haber gozado casi hasta el paroxismo faenas inmensas como la de José Mari a ese sobrero brocho de Chuquizongo en la feria del 77, cuando sin sentarnos derramábamos lágrimas viendo como series de redondos interminables bordaban quizás la faena más maravillosa que vi en mi vida. Quizás todo eso me da esa convicción en mi defensa y amor por la tauromaquia.
Podría seguir recordando momentos felices corriendo bajo sus portales, en los corrales, tendidos y el callejón de mi Acho querido… tantos momentos únicos e irrepetibles…
La fiesta de los toros. Una expresión del arte insuperable que llenó tantos años de mi vida. Una afición que nunca podré perder y que espero poder seguir disfrutando mientras el cuerpo aguante.
Oooole!
(*) Pescao, uno de los personajes más entrañables de la plaza, vendedor de cerveza que conocí en un momento de desesperación en que se acercaba la hora de la corrida y como casi siempre no tenía un centavo para pagar una entrada. Por años docenas de amigos entraron con él de las formas más insólitas a cambio de un “sencillo”. Estoy seguro que es el responsable de gran parte de la afición de muchos chicos de mi generación…
Debates políticos los de antes
Arrancaban los 80s y mi expectativa por mis primeras elecciones presidenciales era grande a pesar de que aún no votaba. Estaba en el último año de mi etapa escolar, pero el bichito de la política ya recorría mis venas… No estaba sólo. Con mis grandes amigos del colegio y de la comunidad cristiana que frecuentábamos, debatíamos ardorosamente sobre las posibilidades de las fuerzas políticas que en esas épocas representaban las distintas ideologías del momento. Esas sí eran ideologías: la derecha del PPC con Lucho Bedoya a la cabeza, Belaúnde un poco más a su izquierda pero, para mí en ese entonces, una opción conservadora; el Apra, que había perdido recientemente a Víctor Raúl en plena Asamblea Constituyente, con Armando Villanueva como candidato; y, como siempre, la izquierda dispersa entre una variedad de especímenes, pintorescos algunos de ellos –Hugo Blanco, Ledesma, Cáceres Velásquez, etc.-, que no representaban un bloque coherente capaz de ofrecer una alternativa viable para el país. Una pena para mí que, por muy idealista que fuera en esos tiempos de sarampión socialista, no tenía una fuerza lo suficientemente sólida como para abrigar algún tipo de esperanza.
Eran épocas en que el debate era ideológico, independientemente de los planes que creo que desde entonces ya eran lo que menos interesaba. Pero era un debate con sustancia. Apasionante. Con personajes de grueso calibre. Recuerdo mucho a Cornejo Chávez de la Democracia Cristiana; Polar, Ramírez del Villar, Alayza del PPC; Bernales y Ames de la izquierda; Luis Alberto Sánchez, Townsend, del Apra. Podría llenar la página. Quién iba a pensar que podríamos caer tan bajo sólo 12 años más tarde cuando el japonés de la honradez, tecnología y trabajo mandaría disolver el Congreso para dar paso a una cámara de comechados e ignorantes, además de terminar de darle el puntillazo final a los ya agonizantes partidos políticos de ese entonces.
Qué grandes debates aquellos entre los depurados estilistas Cornejo y Bedoya. “Cornejo Chávez y su rabia brillante...Bedoya Reyes y su labia vacía” escribió César Hildebrandt poco después. O en las municipales de entonces aquel debate entre Amiel, Grados Bertorini, Barnechea y Barrantes. Bastante mejores a aquel otro entre Vargas Llosa y Fujimori casi diez años después. Y más aún que el de García y Humala, rico en histrionismo pero deplorable en ideas. Seguramente tan pobre como el que nos espera en unos días con el tête à tête de nuestras dos lideresas del momento, que buscan el sillón municipal.
Recuerdo con nostalgia esos tiempos, cuando la juventud me hacía pensar que podía cambiar el mundo participando en una marcha, corriendo delante de un rochabus o simplemente arreglando el destino del país en un bar con los amigos, en largas discusiones que se agotaban cuando las gargantas no emitían más sonidos o el alcohol ya no dejaba fluir argumentos coherentes (lo que ocurriera primero). Lo digo con nostalgia porque fueron tiempos que no volvieron más. Pasaron muchos procesos eleccionarios después de aquel, que fueron perdiendo en calidad e interés, aunque lo que siguiera en juego fuera lo mismo. Y también lo digo con pena porque hoy esa juventud ha perdido el interés en la política y se deja llevar, sin ningún tipo de resistencia, por personajes tan tendenciosos y manipuladores como Jaime Bayly o mi buen amigo Aldo Mariátegui.
Fue muy bueno vivir esas experiencias. Y así como tuve la suerte de ver jugar a las tres selecciones que ganaron una participación a un mundial de fútbol, también tuve la suerte de ver a grandes seleccionados de la política peruana. Después de todo eso, da lástima ver un final electoral como el presente; tanto como ver a once cabizbajos y sudorosos atletas abandonando una cancha después de encajar tres o cinco goles, sin ninguna muestra de vergüenza…
23 de Septiembre 2010
Eran épocas en que el debate era ideológico, independientemente de los planes que creo que desde entonces ya eran lo que menos interesaba. Pero era un debate con sustancia. Apasionante. Con personajes de grueso calibre. Recuerdo mucho a Cornejo Chávez de la Democracia Cristiana; Polar, Ramírez del Villar, Alayza del PPC; Bernales y Ames de la izquierda; Luis Alberto Sánchez, Townsend, del Apra. Podría llenar la página. Quién iba a pensar que podríamos caer tan bajo sólo 12 años más tarde cuando el japonés de la honradez, tecnología y trabajo mandaría disolver el Congreso para dar paso a una cámara de comechados e ignorantes, además de terminar de darle el puntillazo final a los ya agonizantes partidos políticos de ese entonces.
Qué grandes debates aquellos entre los depurados estilistas Cornejo y Bedoya. “Cornejo Chávez y su rabia brillante...Bedoya Reyes y su labia vacía” escribió César Hildebrandt poco después. O en las municipales de entonces aquel debate entre Amiel, Grados Bertorini, Barnechea y Barrantes. Bastante mejores a aquel otro entre Vargas Llosa y Fujimori casi diez años después. Y más aún que el de García y Humala, rico en histrionismo pero deplorable en ideas. Seguramente tan pobre como el que nos espera en unos días con el tête à tête de nuestras dos lideresas del momento, que buscan el sillón municipal.
Recuerdo con nostalgia esos tiempos, cuando la juventud me hacía pensar que podía cambiar el mundo participando en una marcha, corriendo delante de un rochabus o simplemente arreglando el destino del país en un bar con los amigos, en largas discusiones que se agotaban cuando las gargantas no emitían más sonidos o el alcohol ya no dejaba fluir argumentos coherentes (lo que ocurriera primero). Lo digo con nostalgia porque fueron tiempos que no volvieron más. Pasaron muchos procesos eleccionarios después de aquel, que fueron perdiendo en calidad e interés, aunque lo que siguiera en juego fuera lo mismo. Y también lo digo con pena porque hoy esa juventud ha perdido el interés en la política y se deja llevar, sin ningún tipo de resistencia, por personajes tan tendenciosos y manipuladores como Jaime Bayly o mi buen amigo Aldo Mariátegui.
Fue muy bueno vivir esas experiencias. Y así como tuve la suerte de ver jugar a las tres selecciones que ganaron una participación a un mundial de fútbol, también tuve la suerte de ver a grandes seleccionados de la política peruana. Después de todo eso, da lástima ver un final electoral como el presente; tanto como ver a once cabizbajos y sudorosos atletas abandonando una cancha después de encajar tres o cinco goles, sin ninguna muestra de vergüenza…
23 de Septiembre 2010
Hermanos del alma
Hay momentos en los que uno está más sensibilizado que en otros como para apreciar aquellas cosas en las que no solemos reparar de tanto mirarnos el ombligo. Como el valor de los buenos amigos.
Este último fin de semana, casualmente, volví a ver a un viejo amigo del que no sabía hacía muchos años. Y tal vez lo había visto pero no más de un par de minutos. En algún encuentro casual de esos que no dejan tiempo para decir mucho más que “hola qué gusto de verte, a ver si un día de estos nos vemos, yo te llamo, saludos a la familia, ya hablamos…”. Pero esta vez fue diferente. Esta vez nos dimos unos cuantos minutos como para sentir esa necesidad de saber más el uno del otro, de recordar los buenos tiempos, de darnos un abrazo fraterno con las ganas de darnos otro más lo antes posible. Mejor aún cuando algunas horas después recibiera un escueto correo que lo resumía todo:
Qué bueno estar nuevamente en contacto. Cuenta conmigo para lo que necesites. Marco
Tres días después volvíamos a encontrarnos para charlar un poco más, para saber de nuestras vidas, de nuestros hijos, de nuestras esposas y ex esposas, de nuestros éxitos y fracasos, de nuestras ilusiones y tristezas. Encontrarnos para entender que hay sentimientos indestructibles, perdurables, que no se evaporan de pronto, que no se quiebran por un viento fuerte, ni por el inexorable paso del tiempo. Porque los amigos de verdad son más que eso. Son los hermanos del alma. Son los hermanos del corazón.
Hoy sentí que me encontraba con un hermano que había olvidado en algún recodo del camino. Que creí haber perdido porque pensé que era normal que la vida te llevara y te alejara a medida que te iba mostrando nuevas oportunidades, nuevas amistades, nuevos amores. Qué gran error. La vida no te aleja, no te lleva. Uno mismo es el que se aleja, el que se deja llevar. Uno mismo es el que olvida, el que permite que los afectos se adormezcan, se congelen y hasta se mueran.
Hoy me senté aquí a transcribir esta sensación que me dejó este encuentro. Un encuentro entrañable, por momentos hilarante, por momentos conmovedor. Un encuentro culminado con promesas de nuevos encuentros, de un café humeante, de una chela helada, de un par de buenas hembras.
Hoy me senté aquí para imprimir estas líneas que me recuerden siempre el valor de la amistad. De ese sentimiento inagotable e imperecedero...
Hablamos Marco. No tengas duda que esta vez hablamos de todas maneras.
Este último fin de semana, casualmente, volví a ver a un viejo amigo del que no sabía hacía muchos años. Y tal vez lo había visto pero no más de un par de minutos. En algún encuentro casual de esos que no dejan tiempo para decir mucho más que “hola qué gusto de verte, a ver si un día de estos nos vemos, yo te llamo, saludos a la familia, ya hablamos…”. Pero esta vez fue diferente. Esta vez nos dimos unos cuantos minutos como para sentir esa necesidad de saber más el uno del otro, de recordar los buenos tiempos, de darnos un abrazo fraterno con las ganas de darnos otro más lo antes posible. Mejor aún cuando algunas horas después recibiera un escueto correo que lo resumía todo:
Qué bueno estar nuevamente en contacto. Cuenta conmigo para lo que necesites. Marco
Tres días después volvíamos a encontrarnos para charlar un poco más, para saber de nuestras vidas, de nuestros hijos, de nuestras esposas y ex esposas, de nuestros éxitos y fracasos, de nuestras ilusiones y tristezas. Encontrarnos para entender que hay sentimientos indestructibles, perdurables, que no se evaporan de pronto, que no se quiebran por un viento fuerte, ni por el inexorable paso del tiempo. Porque los amigos de verdad son más que eso. Son los hermanos del alma. Son los hermanos del corazón.
Hoy sentí que me encontraba con un hermano que había olvidado en algún recodo del camino. Que creí haber perdido porque pensé que era normal que la vida te llevara y te alejara a medida que te iba mostrando nuevas oportunidades, nuevas amistades, nuevos amores. Qué gran error. La vida no te aleja, no te lleva. Uno mismo es el que se aleja, el que se deja llevar. Uno mismo es el que olvida, el que permite que los afectos se adormezcan, se congelen y hasta se mueran.
Hoy me senté aquí a transcribir esta sensación que me dejó este encuentro. Un encuentro entrañable, por momentos hilarante, por momentos conmovedor. Un encuentro culminado con promesas de nuevos encuentros, de un café humeante, de una chela helada, de un par de buenas hembras.
Hoy me senté aquí para imprimir estas líneas que me recuerden siempre el valor de la amistad. De ese sentimiento inagotable e imperecedero...
Hablamos Marco. No tengas duda que esta vez hablamos de todas maneras.
El Juego de Jaimito
Jaimito juega a ser Dios. Su juego no es otro que demostrar que él es capaz de definir una elección. No es poca cosa. No estoy seguro si realmente cree en Susana o cree más en su propia capacidad para encumbrarla y para sacar de carrera a la desleal Lulú que se negó a acudir a su programa. Ella lo subestimó y su temor a preguntas incómodas, probablemente más relacionadas a su virginidad o algún otro tema “tabú” para ella, terminaron costándole más caro de lo que pudo imaginarse. Hizo lo necesario para que el irrechazable entrevistador decidiera hacerla puré por su atrevimiento. Me cuesta trabajo creer que Jaimito creyera que la opción socialistoide de la Villarán es la mejor para Lima, no porque no pudiera ser una buena opción, sino porque el polémico periodista tiene una línea bastante lejana a la doctrina progresista de la candidata. Incluso pienso que no habría sido extraño, si faltaran cuatro semanas todavía para las elecciones, que ante el rápido repunte de caperucita y debacle de Lulú, hubiera intentado promocionar a Alegría o Andrade, quitándole el apoyo a Susana para demostrar hasta dónde llega su poder.
Ya lo hizo antes con el deporte. Sacó de carrera a la selección peruana de fútbol más auspiciosa de los últimos veinte años. Pizarro, Farfán, Acasiete, Mendoza, algunos de los jugadores sepultados por nuestro personaje, fueron sólo las cabezas visibles del daño irreparable que se le hizo a esta selección, no muy distinta por su indisciplina, a las muchas otras que nos representaron antes. Desde los gloriosos 70s cuando Perico León se escapaba de las concentraciones trepando muros y Challe y el Cabezón Mifflin hacían más de una travesura, hasta la del escandaloso equipo ampayado en una chupeta en San Miguel apañado por el paternalista Juan Carlos Oblitas. Pero en esta última ocasión, los Baylys y Magalys, más interesados en afianzar su condición de omnipotentes, se encargaron de defenestrar a nuestros, hasta ese momento, idolatrados Claudio, Paolo y Chemo y, en definitiva, de llevarnos a la vergüenza histórica de ser a la postre y por primera vez en nuestra historia la peor selección de sudamérica.
En el terreno político también había demostrado ese poder, en menor escala, cuando consiguió que un desconocido Meier en San Isidro se llevara por delante al experimentado alcalde Jorge Salmón, con el solo hecho de tener un par de apariciones en su programa vespertino, incluida una barrida de calles al alimón con el churro de moda hijo del candidato. También Jaime también fue el encargado de dar el puntapié inicial a la caída imparable de la popularidad del entonces recién iniciado Alejandro Toledo en la conducción del país, quien descaradamente desconocía la paternidad de la menor de sus hijas. Yendo un poco más atrás, ya en las presidenciales del 2001, junto a Álvaro Vargas Llosa, inició una descabellada campaña por el voto en blanco que llegó a tener en las encuestas hasta un 30% de intención de voto, pero que no prosperó cuando se polarizó la elección, obteniendo a la postre sólo el 13% entre blancos y nulos, el porcentaje más bajo desde las elecciones del año 80.
Hoy muchos que lo celebraron en sus campañas por Zaraí, en contra de los seleccionados, en la reivindicación de Gisella, con su mayor ferocidad contra Laura Bozo o Beto Ortiz, en defensa de Magaly o sistemáticamente contra García, despotrican amargamente contra él por haberle puesto la lápida a la señorita Flores. Y lo paradójico es que en el fondo de su corazón Jaime debe pensar que Lourdes es mejor candidata y posiblemente sería un mejor alcalde que Susana. Pero sólo se trata de seguir siendo el centro de atención, la vedette, el dueño del rating, aunque sobre todo y ante todo, seguir sintiéndose un todopoderoso... sintiéndose Dios.
19 de Septiembre 2010
Ya lo hizo antes con el deporte. Sacó de carrera a la selección peruana de fútbol más auspiciosa de los últimos veinte años. Pizarro, Farfán, Acasiete, Mendoza, algunos de los jugadores sepultados por nuestro personaje, fueron sólo las cabezas visibles del daño irreparable que se le hizo a esta selección, no muy distinta por su indisciplina, a las muchas otras que nos representaron antes. Desde los gloriosos 70s cuando Perico León se escapaba de las concentraciones trepando muros y Challe y el Cabezón Mifflin hacían más de una travesura, hasta la del escandaloso equipo ampayado en una chupeta en San Miguel apañado por el paternalista Juan Carlos Oblitas. Pero en esta última ocasión, los Baylys y Magalys, más interesados en afianzar su condición de omnipotentes, se encargaron de defenestrar a nuestros, hasta ese momento, idolatrados Claudio, Paolo y Chemo y, en definitiva, de llevarnos a la vergüenza histórica de ser a la postre y por primera vez en nuestra historia la peor selección de sudamérica.
En el terreno político también había demostrado ese poder, en menor escala, cuando consiguió que un desconocido Meier en San Isidro se llevara por delante al experimentado alcalde Jorge Salmón, con el solo hecho de tener un par de apariciones en su programa vespertino, incluida una barrida de calles al alimón con el churro de moda hijo del candidato. También Jaime también fue el encargado de dar el puntapié inicial a la caída imparable de la popularidad del entonces recién iniciado Alejandro Toledo en la conducción del país, quien descaradamente desconocía la paternidad de la menor de sus hijas. Yendo un poco más atrás, ya en las presidenciales del 2001, junto a Álvaro Vargas Llosa, inició una descabellada campaña por el voto en blanco que llegó a tener en las encuestas hasta un 30% de intención de voto, pero que no prosperó cuando se polarizó la elección, obteniendo a la postre sólo el 13% entre blancos y nulos, el porcentaje más bajo desde las elecciones del año 80.
Hoy muchos que lo celebraron en sus campañas por Zaraí, en contra de los seleccionados, en la reivindicación de Gisella, con su mayor ferocidad contra Laura Bozo o Beto Ortiz, en defensa de Magaly o sistemáticamente contra García, despotrican amargamente contra él por haberle puesto la lápida a la señorita Flores. Y lo paradójico es que en el fondo de su corazón Jaime debe pensar que Lourdes es mejor candidata y posiblemente sería un mejor alcalde que Susana. Pero sólo se trata de seguir siendo el centro de atención, la vedette, el dueño del rating, aunque sobre todo y ante todo, seguir sintiéndose un todopoderoso... sintiéndose Dios.
19 de Septiembre 2010
El Fondo del Asunto
De qué estamos hablando. Del ámbito de la vida privada de cualquiera de nosotros donde se vulnera nuestro derecho de decir pichi, poto, caca,. ¿o de una candidata a un cargo político –más allá de vecinal- que tendría sobre sus hombros la responsabilidad de gobernar una ciudad donde habitamos más de 8 millones de personas y que, además, es nada menos que la capital del segundo país de la región que más crecería en el 2010? Porque la verdad me parece insólito que en la sociedad de los "ampays" y las primicias "sin confirmar" ahora se ponga el foco en el derecho a la intimidad, en la mafia que estaría detrás, en la ética del periodista que divulgó los audios, etc, etc. pero se esté pretendiendo soslayar el fondo del asunto. Los argumentos de la prensa hipócrita, los políticos con rabo de paja y evidentemente la candidata con su comando de campaña nos quieren apartar de ese fondo del que hablamos, del que no puedo dejar de mirar en primer lugar, porque es más grande que el poto que hoy nos inspira...
1. Se dice que Lourdes es un ser humano como cualquiera y en un momento de ¿crisis??? tiene derecho a equivocarse.
La señorita Lourdes Flores no sólo es candidata al sillón municipal sino uno de los personajes de nuestra política más influyentes y con mayor aspiración -aún vigente- a gobernar el Perú. ¿podemos entonces aceptarle que por una encuesta desfavorable pierda los papeles de esta manera?¿podemos aceptar que tenga la negligencia de dejarse chuponear en el reino donde aún no pasa nada con las joyas de Bussiness Track y cuando todo el país sabe que hasta Melcochita y el cuto Guadalupe tienen los teléfonos interceptados?¿podemos darnos el lujo de dejar en sus manos los destinos de millones de peruanos cuando realmente tenga problemas serios, verdaderas crisis?¿podemos aceptar que se rodee de asesores incompetentes, pícaros y sinvergüenzas?
2. Se dice que el contenido de los audios es absolutamente personal y en ese ámbito pueda decir lo que quiera.
Yo pienso que es precisamente el ámbito personal donde se dice lo que se piensa. Sin ninguna duda hay un menosprecio absoluto por el cargo al que está postulando cuando dice que es la elección que menos le importa; por el honor de las personas al señalar que hay un plan de quien maneja las encuestas para hacerla bajar de dos en dos puntos; por el sistema democrático cuando acusa al órgano electoral por el manejo fraudulento de los anteriores procesos eleccionarios; un desprecio total por la gente, por nosotros, por los vecinos, por nuestras expectativas y sueños. ¿Es en una persona así en la que vamos a depositar nuestro voto?
3. Se dice que ahora más que nunca Lourdes no se detendrá y que ganará de todas maneras a pesar de la mafia y sus métodos montesinistas.
En cualquier lugar del mundo y cualquier político decente del mundo, habría renunciado al día siguiente de la difusión de los audios. Por decencia, por vergüenza, como muestra de un mínimo pudor. Pero prefieren insultar nuestra inteligencia llevándonos por el camino de la victimización de una pobre candidata a quien se le vulneran sus derechos constitucionales. Y claro, esperan que nosotros pongamos en sus manos nuestros destinos. Pretenden que con estas evidencias de intolerancia, poca ecuanimidad, ligereza, torpeza, picardía, nos concentremos en la discusión técnica sobre el principio del derecho a la intimidad y nos olvidemos de eso que dijo que ahora nos quiere hacer creer que no quiso decir.
4. Se dice que no se trata de Lourdes sino de impedir que triunfe la mafia imponiéndonos qué candidatos elegir, por lo cual debemos demostrar que las decisiones en este país no se toman por voluntad del poder oscuro sino con consciencia y responsabilidad.
Entonces tendremos que creer que es consciente y responsable ejercer nuestro voto de protesta contra los mafiosos y por lo tanto entregarle la ciudad a este grupo comandado por la señorita Flores. Tenemos que pasar por alto lo que nuestros dos dedos de frente nos indican (felizmente tengo tres). Tenemos que darle la confianza a quien no nos quiere, a quien no le importamos, a quien nos miente diciéndonos que no recuerda una conversación sucedida una semana atrás en esa reunión pactada con el inefable súper Remi, el amigo lobista de la candidata. Miente. Miente y sigue mintiendo (¿porque tampoco nadie cree que no recuerda las conversaciones, cierto?). Y si es tan evidente que miente, ¿Por qué ahora debemos creerle que lo que dijo lo hizo en un momento de debilidad y que realmente no lo estaba sintiendo?
Aún no he decidido por quién votar. Está claro que lo que sí he decidido es por quién no hacerlo.
1. Se dice que Lourdes es un ser humano como cualquiera y en un momento de ¿crisis??? tiene derecho a equivocarse.
La señorita Lourdes Flores no sólo es candidata al sillón municipal sino uno de los personajes de nuestra política más influyentes y con mayor aspiración -aún vigente- a gobernar el Perú. ¿podemos entonces aceptarle que por una encuesta desfavorable pierda los papeles de esta manera?¿podemos aceptar que tenga la negligencia de dejarse chuponear en el reino donde aún no pasa nada con las joyas de Bussiness Track y cuando todo el país sabe que hasta Melcochita y el cuto Guadalupe tienen los teléfonos interceptados?¿podemos darnos el lujo de dejar en sus manos los destinos de millones de peruanos cuando realmente tenga problemas serios, verdaderas crisis?¿podemos aceptar que se rodee de asesores incompetentes, pícaros y sinvergüenzas?
2. Se dice que el contenido de los audios es absolutamente personal y en ese ámbito pueda decir lo que quiera.
Yo pienso que es precisamente el ámbito personal donde se dice lo que se piensa. Sin ninguna duda hay un menosprecio absoluto por el cargo al que está postulando cuando dice que es la elección que menos le importa; por el honor de las personas al señalar que hay un plan de quien maneja las encuestas para hacerla bajar de dos en dos puntos; por el sistema democrático cuando acusa al órgano electoral por el manejo fraudulento de los anteriores procesos eleccionarios; un desprecio total por la gente, por nosotros, por los vecinos, por nuestras expectativas y sueños. ¿Es en una persona así en la que vamos a depositar nuestro voto?
3. Se dice que ahora más que nunca Lourdes no se detendrá y que ganará de todas maneras a pesar de la mafia y sus métodos montesinistas.
En cualquier lugar del mundo y cualquier político decente del mundo, habría renunciado al día siguiente de la difusión de los audios. Por decencia, por vergüenza, como muestra de un mínimo pudor. Pero prefieren insultar nuestra inteligencia llevándonos por el camino de la victimización de una pobre candidata a quien se le vulneran sus derechos constitucionales. Y claro, esperan que nosotros pongamos en sus manos nuestros destinos. Pretenden que con estas evidencias de intolerancia, poca ecuanimidad, ligereza, torpeza, picardía, nos concentremos en la discusión técnica sobre el principio del derecho a la intimidad y nos olvidemos de eso que dijo que ahora nos quiere hacer creer que no quiso decir.
4. Se dice que no se trata de Lourdes sino de impedir que triunfe la mafia imponiéndonos qué candidatos elegir, por lo cual debemos demostrar que las decisiones en este país no se toman por voluntad del poder oscuro sino con consciencia y responsabilidad.
Entonces tendremos que creer que es consciente y responsable ejercer nuestro voto de protesta contra los mafiosos y por lo tanto entregarle la ciudad a este grupo comandado por la señorita Flores. Tenemos que pasar por alto lo que nuestros dos dedos de frente nos indican (felizmente tengo tres). Tenemos que darle la confianza a quien no nos quiere, a quien no le importamos, a quien nos miente diciéndonos que no recuerda una conversación sucedida una semana atrás en esa reunión pactada con el inefable súper Remi, el amigo lobista de la candidata. Miente. Miente y sigue mintiendo (¿porque tampoco nadie cree que no recuerda las conversaciones, cierto?). Y si es tan evidente que miente, ¿Por qué ahora debemos creerle que lo que dijo lo hizo en un momento de debilidad y que realmente no lo estaba sintiendo?
Aún no he decidido por quién votar. Está claro que lo que sí he decidido es por quién no hacerlo.
Dos mujeres y un final que ya no será de fotografía (tres semanas antes)
La campaña que estamos viendo en sus últimas semanas, confirma lo que muchos de nosotros ya sabíamos desde siempre, desde que vimos a la súper quemada Lourdes Flores lanzándose a otra piscina sin agua. Lourdes demostró su torpeza política y mediocridad (o "malacridad") al tomar sus malas decisiones, convocar a sus malos asesores, incorporar a sus malos candidatos a regidores, invitar a sus malos correligionarios, contratar a su mala prensa y, en sus ratos libres, defender a sus malos clientes. Lourdes ha subestimado nuevamente a ese pueblo que dice representar y del que sólo se acuerda cuando entra en campaña, ese pueblo al que, luego de cada derrota, olvida hasta la siguiente elección. Cree que ensuciarse los zapatos durante tres meses de campaña puede contrarrestar los muchos más a cargo del rectorado de una exclusiva universidad privada (la del ex vicepresidente enamorado) o la imperdonable relación con las empresas de un narcotraficante con una gruesa billetera, que la posicionan inequívocamente en el lugar donde los votantes que deciden las elecciones no la quisieran ver. Lourdes sigue sin darse cuenta que si quiere ser una política exitosa (ganadora quiero decir) en un país donde los pobres son la mayoría, incluso en una ciudad donde las elecciones se deciden en los distritos populares, tiene que tener vocación real de servicio, sensibilidad social, empatía con los sectores marginales, lenguaje fácil y discurso creíble. Nada de eso ha podido demostrar, nada que haga una diferencia y que la lleve a las instancias que otros -como Alberto Andrade con igual dificultad para conectar al ser un ex alcalde miraflorino- sí pudieron superar.
Susana sin duda es harina de otro costal. Relativamente nueva en política aunque ducha en su contacto directo, no mediático, con la población. Hija de la clase alta aunque dedicada a trabajar por las grandes mayorías desde su juventud. Consecuente y con una trayectoria de lucha que si bien pasó desapercibida para la gran mayoría de la población, hoy le permite estar blindada y no tener flancos débiles en ese aspecto. Astuta (nunca sabré si más bien ingenua) para rodearse de las distintas facciones de la izquierda y lograr apoyo de grupos organizados ansiosos por llegar a ubicaciones cercanas al poder, desde los llamados caviares hasta las posiciones más ultras. Con cintura para escabullirse de la crítica de un sector de la prensa que nos trajo de vuelta los fantasmas de Sendero o a los temibles Patria Roja y el Sutep con sus impresentables dirigentes, Susana ha conseguido aglutinar en torno a ella a sectores variopintos e inexistentes como opción política durante mucho tiempo, fungiendo de seguidora de esa izquierda progresista encarnada en la socialdemocracia representada por Bachelet, Lula o Zapatero en iberoamérica. Su sonrisa franca y personalidad amable (aunque quieran mostrarla como lobo con piel de cordero, lo cual no me lo creo), le han valido el apoyo de una juventud que no recuerda con claridad a los marxistas leninistas convertidos a maoístas en los 80s. También de los niveles A y B de la población que ya saben que Lourdes es un voto perdido y que no le perdonan haber fracasado en la última elección en manos de Alan y de Humala que los obligó, a la sazón, a darle su voto al tetón. Y ni qué decir de los niveles C y D (porque en Lima el E que es la extrema pobreza es una minoría) que no se dejan atemorizar por los cuentos de caperucitas rojas ni satánicos agitadores sindicales, menos si se trata de una elección vecinal.
Frente a frente dos mujeres cuya suerte se perfila con claridad: la primera, la Lulú de los ricos, con la cabeza pegada a su propio techo, que no sólo ya no crecerá sino que empezará a caer a medida que pasen los días. La segunda, la etiquetada como caviar y que navega con bandera de cojuda, con una fuerte tendencia ascendente y que seguirá cosechando intención de voto de aquí al día de la elección. Está claro que también los otros candidatos irán perdiendo lo poco que hoy lucen debido al temor al voto perdido que en una elección tan polarizada se repartirá en la misma proporción que hoy podemos ver entre ambas candidatas. Es decir, seguramente veremos un final que ya no será de fotografía, sino más bien una paliza de más de diez puntos de diferencia donde, acentuadas las tendencias, la caperucita se terminará comiendo a la pequeña -cada vez más pequeña- Lulú.
14 de Septiembre de 2010
Susana sin duda es harina de otro costal. Relativamente nueva en política aunque ducha en su contacto directo, no mediático, con la población. Hija de la clase alta aunque dedicada a trabajar por las grandes mayorías desde su juventud. Consecuente y con una trayectoria de lucha que si bien pasó desapercibida para la gran mayoría de la población, hoy le permite estar blindada y no tener flancos débiles en ese aspecto. Astuta (nunca sabré si más bien ingenua) para rodearse de las distintas facciones de la izquierda y lograr apoyo de grupos organizados ansiosos por llegar a ubicaciones cercanas al poder, desde los llamados caviares hasta las posiciones más ultras. Con cintura para escabullirse de la crítica de un sector de la prensa que nos trajo de vuelta los fantasmas de Sendero o a los temibles Patria Roja y el Sutep con sus impresentables dirigentes, Susana ha conseguido aglutinar en torno a ella a sectores variopintos e inexistentes como opción política durante mucho tiempo, fungiendo de seguidora de esa izquierda progresista encarnada en la socialdemocracia representada por Bachelet, Lula o Zapatero en iberoamérica. Su sonrisa franca y personalidad amable (aunque quieran mostrarla como lobo con piel de cordero, lo cual no me lo creo), le han valido el apoyo de una juventud que no recuerda con claridad a los marxistas leninistas convertidos a maoístas en los 80s. También de los niveles A y B de la población que ya saben que Lourdes es un voto perdido y que no le perdonan haber fracasado en la última elección en manos de Alan y de Humala que los obligó, a la sazón, a darle su voto al tetón. Y ni qué decir de los niveles C y D (porque en Lima el E que es la extrema pobreza es una minoría) que no se dejan atemorizar por los cuentos de caperucitas rojas ni satánicos agitadores sindicales, menos si se trata de una elección vecinal.
Frente a frente dos mujeres cuya suerte se perfila con claridad: la primera, la Lulú de los ricos, con la cabeza pegada a su propio techo, que no sólo ya no crecerá sino que empezará a caer a medida que pasen los días. La segunda, la etiquetada como caviar y que navega con bandera de cojuda, con una fuerte tendencia ascendente y que seguirá cosechando intención de voto de aquí al día de la elección. Está claro que también los otros candidatos irán perdiendo lo poco que hoy lucen debido al temor al voto perdido que en una elección tan polarizada se repartirá en la misma proporción que hoy podemos ver entre ambas candidatas. Es decir, seguramente veremos un final que ya no será de fotografía, sino más bien una paliza de más de diez puntos de diferencia donde, acentuadas las tendencias, la caperucita se terminará comiendo a la pequeña -cada vez más pequeña- Lulú.
14 de Septiembre de 2010
Crónica de un encuentro Circolense
Siendo las 8 y media en punto, llegamos a Manuel Olaechea 330. Nos abrió una simpática señorita al parecer pariente de Largo el de los locos Adams, no por el tamaño sino por la expresión… Por su cara al abrirme tuve que preguntarle si allí vivía la Sra. Carol, a lo cual asintió con una tétrica sonrisa, procediendo yo a ingresar aún sin estar convencido si la reunión habría sido el día anterior, sería al día siguiente o era una fiesta sorpresa para mí y todos estaban escondidos en el baño.
Una vez adentro pude distinguir bajo la tenue luz a cuatro personajes que de primera impresión pensé que estaban jugando Güija. Quizás me influencié por el personaje fantasmal que sonreía a lo lejos y que después de remontarme a mis años de adolescencia pude reconocer como el mismo al que le decíamos siempre que se saque la máscara: el sonriente Pacho. El grupo lo completaban Alfredito Brescia, Patxy (alguien tiene que decirme cómo se escribe por favor) y la anfitriona que a esas horas todavía no se había molestado conmigo (ni se había cambiado el polo de todo el día).
Casi a la vez que se nos acercaba el atento mozo a quien confundí con un viejo amigo que fugó al extranjero, creo que a su ciudad “Natal”, empezaron a llegar los invitados; primero sin hacer mucha alharaca Jessica Rampolla, Franca, Charo, Anarella y luego los viciosos de siempre como el loco, Alberto, Renzo -con nuevo corte de pelo-, etc. También un par de piernas en un apretado vestido blanco y negro a quien en los primeros cinco minutos no reconocí pero que después sí cuando por fin levanté la vista para mirarle la cara.
El grupo se fue completando, incluyendo a la anfitriona con polo limpio y a la ahora “figurita” quien me bautizó como sonso en un correo anterior y que en persona se atrevió un poco más y me dijo IDIOTA. También llegaron el compañero Pablito que como buen aprista me parece que se pinta el pelo, el reclamado Tato, la chica de los braquets y la nueva silueta, las populares chicas Fo, Mónica, el galán Heykoop, Giannina con cámara, Maco sin lonchera, el tío Fernando con su bbd y finalmente el codiciadísimo Molacho quien desencadenó los gritos histéricos de sus fans que lo jaloneaban y manoseaban con el pretexto de tomarse un montón de fotos con él.
La noche transcurrió ligera y divertida entre los CDs de mi tía Carol, las mariconadas de más de uno, los pasitos salseros de Gino, el intento de violación a Alberto, las carcajadas de Augusto, los chistes Lercari, las caras de cojudos de algunos cada vez que Susana se cambiaba de sitio, la negación de Fiorella de sus novios del pasado, las alucinaciones de Tato, el recurrente “vamos a bailar” sin mucha acogida, y las fotos, fotos y más fotos, registrando esos momentos de un 15 de abril del 2010 con reminiscencias de los 80s.
Después de haber permanecido casi cinco horas en la divertida reunión, comprobé que la cultura alcohólica de muchos de nosotros ha mejorado muchísimo, no viéndose casos lamentables como en épocas de antaño y que pudimos recordar durante la noche. También que en el fondo no hemos cambiado mucho: Agustín sigue igual de escandaloso, Pacho no deja de sonreír nunca, el chato Pablo sigue punteando a quien se le pone por delante, los chistes de Renzo siguen siendo malos, Gino sigue siendo el rey de la salsa, Tato en plan de conquista, Giannina habla sólo lo necesario, Fiorella me sigue negando, Franca la voz cantante, Patxy y Jessica siempre sweets, las inconfundibles risas de Rebeca y el tío Fernando, las bromas pesadas de Satanás (como esta columna). También pudimos recordar a algunos viejos amigos ausentes como las joyitas Levaggi, la Momia (muy pertinente siendo casi una despedida de Alberto), Fernando Tulini tan recordado por Fiorella, los hermanos Tapia, Ceci que justo estaba de santo, el poeta Martín, la inolvidable y muy querida Tiziana, el saco largo Cavassa, entre otros.
Espero que podamos reunirnos pronto nuevamente. Estaremos a la espera de una próxima convocatoria –voto por Iván por su reciente éxito-, quizás en casa de Maco para que le den permiso más fácil, en el nuevo hogar conyugal del Cabezón, en la casa de playa de Renzo o en la biblioteca del Circolo, allí mismo donde se tejieron tantas historias memorables. También puede ser en mi casa pero con la condición de que no me saquen a bailar.
Un abrazo para todos...
.
Una vez adentro pude distinguir bajo la tenue luz a cuatro personajes que de primera impresión pensé que estaban jugando Güija. Quizás me influencié por el personaje fantasmal que sonreía a lo lejos y que después de remontarme a mis años de adolescencia pude reconocer como el mismo al que le decíamos siempre que se saque la máscara: el sonriente Pacho. El grupo lo completaban Alfredito Brescia, Patxy (alguien tiene que decirme cómo se escribe por favor) y la anfitriona que a esas horas todavía no se había molestado conmigo (ni se había cambiado el polo de todo el día).
Casi a la vez que se nos acercaba el atento mozo a quien confundí con un viejo amigo que fugó al extranjero, creo que a su ciudad “Natal”, empezaron a llegar los invitados; primero sin hacer mucha alharaca Jessica Rampolla, Franca, Charo, Anarella y luego los viciosos de siempre como el loco, Alberto, Renzo -con nuevo corte de pelo-, etc. También un par de piernas en un apretado vestido blanco y negro a quien en los primeros cinco minutos no reconocí pero que después sí cuando por fin levanté la vista para mirarle la cara.
El grupo se fue completando, incluyendo a la anfitriona con polo limpio y a la ahora “figurita” quien me bautizó como sonso en un correo anterior y que en persona se atrevió un poco más y me dijo IDIOTA. También llegaron el compañero Pablito que como buen aprista me parece que se pinta el pelo, el reclamado Tato, la chica de los braquets y la nueva silueta, las populares chicas Fo, Mónica, el galán Heykoop, Giannina con cámara, Maco sin lonchera, el tío Fernando con su bbd y finalmente el codiciadísimo Molacho quien desencadenó los gritos histéricos de sus fans que lo jaloneaban y manoseaban con el pretexto de tomarse un montón de fotos con él.
La noche transcurrió ligera y divertida entre los CDs de mi tía Carol, las mariconadas de más de uno, los pasitos salseros de Gino, el intento de violación a Alberto, las carcajadas de Augusto, los chistes Lercari, las caras de cojudos de algunos cada vez que Susana se cambiaba de sitio, la negación de Fiorella de sus novios del pasado, las alucinaciones de Tato, el recurrente “vamos a bailar” sin mucha acogida, y las fotos, fotos y más fotos, registrando esos momentos de un 15 de abril del 2010 con reminiscencias de los 80s.
Después de haber permanecido casi cinco horas en la divertida reunión, comprobé que la cultura alcohólica de muchos de nosotros ha mejorado muchísimo, no viéndose casos lamentables como en épocas de antaño y que pudimos recordar durante la noche. También que en el fondo no hemos cambiado mucho: Agustín sigue igual de escandaloso, Pacho no deja de sonreír nunca, el chato Pablo sigue punteando a quien se le pone por delante, los chistes de Renzo siguen siendo malos, Gino sigue siendo el rey de la salsa, Tato en plan de conquista, Giannina habla sólo lo necesario, Fiorella me sigue negando, Franca la voz cantante, Patxy y Jessica siempre sweets, las inconfundibles risas de Rebeca y el tío Fernando, las bromas pesadas de Satanás (como esta columna). También pudimos recordar a algunos viejos amigos ausentes como las joyitas Levaggi, la Momia (muy pertinente siendo casi una despedida de Alberto), Fernando Tulini tan recordado por Fiorella, los hermanos Tapia, Ceci que justo estaba de santo, el poeta Martín, la inolvidable y muy querida Tiziana, el saco largo Cavassa, entre otros.
Espero que podamos reunirnos pronto nuevamente. Estaremos a la espera de una próxima convocatoria –voto por Iván por su reciente éxito-, quizás en casa de Maco para que le den permiso más fácil, en el nuevo hogar conyugal del Cabezón, en la casa de playa de Renzo o en la biblioteca del Circolo, allí mismo donde se tejieron tantas historias memorables. También puede ser en mi casa pero con la condición de que no me saquen a bailar.
Un abrazo para todos...
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Tengo una llamada
Bip bip bip. Una lágrima me llama. Una lágrima que busca una palabra de refugio, de consuelo, de amor. Una lágrima que encuentra un corazón que ríe sin querer reír. Un corazón que cuenta sin querer contar. Un corazón que busca un abrazo que no puede tener. Bip bip bip. Una lágrima me llama. Una lágrima que encuentra una palabra que la quiere extinguir. Una palabra que no puede mentir. Una palabra que no quiere callar. Bip bip bip. Una lágrima me llama. Y la esperan más palabras para hacerla morir. Aunque nunca muera pero puede dormir. Suficiente para desaparecer. Por un momento. Lo necesario para poder seguir. Lo necesario para no necesitar de ese corazón, de esos abrazos, de más palabras... lo necesario para poder brillar otra vez.
Bip bip bip. Un corazón que llama. Bip bip bip. Un corazón que insiste. Un corazón que no tiene respuesta. Un corazón que se volvió una lágrima. Una lágrima que no tiene refugio, consuelo, ni amor. Una lágrima que no encuentra palabra. Sólo otra lágrima que le viene a hacer compañía.
Bip, bip. Usuario fuera de servicio.
Bip bip bip. Un corazón que llama. Bip bip bip. Un corazón que insiste. Un corazón que no tiene respuesta. Un corazón que se volvió una lágrima. Una lágrima que no tiene refugio, consuelo, ni amor. Una lágrima que no encuentra palabra. Sólo otra lágrima que le viene a hacer compañía.
Bip, bip. Usuario fuera de servicio.
Érase una vez un hombre bueno...
Érase una vez un hombre bueno, justo, brillante, estudioso, lúcido, amoroso, apasionado, perseverante, enérgico, amable, divertido, versátil, curioso. Buen esposo, buen padre, buen hijo, buen hermano, buen maestro. Érase una vez un hombre que vivió sólo 64 años, pero plenos, ricos, intensos, nunca mejor vividos.
Érase una vez un hombre brillante, galardonado nacional e internacionalmente, doctor en medicina, científico incasable, educador inigualable. Fue alumno destacado en la Recoleta; profesional exitoso desde su paso por las aulas, el laboratorio y el rectorado de San Marcos, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la jefatura del Instituto de Medicina Legal, el Directorio del Instituto Peruano de Seguridad Social, la escuela de post-grado de la Católica, Conafu, la Asamblea Nacional de Rectores, la Sociedad Química del Perú, la Sociedad Peruana de Patología, hasta el Vice-rectorado académico de la Villarreal en sus últimos años de vida. Apasionado por la ciencia y la historia. Autor de más de un centenar de publicaciones de bioquímica, educación y numismática. Dirigente político, militante de la Democracia Cristiana en el Perú, lo que le permitió hacer amistad con grandes líderes latinoamericanos que en su momento dirigieron el destino de sus naciones.
Érase una vez un hombre idealista, que comprendió que no siempre es posible vivir por los ideales y tener riquezas, por lo que optó por lo primero. Rechazó ofertas tentadoras para salir del país o hacer mucho dinero, por cumplir sus sueños: hacer investigación en el Perú, pelear por un sitial para la ciencia en su patria, instituir una universidad peruana de calidad, promotora de la investigación, forjadora de gente valiosa. Fue un hombre que dictó cátedra en bioquímica, biología molecular y biotecnología, maestro de miles que pasaron durante más de treinta años por las aulas donde fue profesor principal a dedicación exclusiva en el Departamento de Bioquímica, Fisiología y Nutrición de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Érase una vez un hombre probo, recto, que enfrentó la corrupción cuando tuvo que hacerlo, aún ante el poder político, destituyendo a quienes impedían el desarrollo de las instituciones donde tuvo que desempeñarse. Poniendo el pecho ante el terrorismo, confrontando firmemente sus ideas a las de corrientes subversivas imperantes en esos tiempos o haciendo descolgar de San Marcos esas banderas de Sendero, pero protestando también ante los tanques y el abuso, defendiendo ferreamente la autonomía universitaria en la que él creía.
Érase una vez un hombre que se divertía. Amante de la música clásica, del ballet, la literatura, la astronomía, la mitología y la egiptología. Fanático del fútbol, hincha a muerte de la U, no se perdía un partido aunque fuese por la radio. Tampoco un partido de su máximo ídolo, su hijo mayor, con quien también compartió su afición a los toros desde que lo llevó al cumplir los tres años y con quien se paseó por los tendidos de Acho hasta la víspera de su muerte. Timbero lechero y muy hábil para divertirse sin dejar la bolsa en la mesa ni en la ruleta. Presidente de la Sociedad Numismática del Perú algunos años, fue coleccionista incansable de monedas, medallas y fichas, así como de estampillas, capillos, sellos, antiguedades y cualquier curiosidad vinculada a la historia de nuestro país y nuestra gente. Bromista, contador de chistes y de anécdotas de docenas de viajes por el mundo entero. Amante de la pesca con cordel y tres anzuelos, desde una peña o espigón en las madrugadas, o desde la orilla, con el agua en las rodillas al despertar el alba. Cocinero los fines de semana: un ceviche, un lomito o un buen tacu tacu. Sibarita, comensal frecuente de los restaurantes más exquisitos; si otro invitaba mejor aún. Gran conversador, pretexto perfecto para los pretendientes de sus hijas que visitaban la casa con la excusa de conversar con el Doctor. Además bailarín, silbador, primera voz en los largos paseos a la playa en el viejo Plymouth gris lleno de gente, bulla y entusiasmo.
Érase una vez un hombre querido, de un corazón inmenso, que nos dio una lección de vida en sus últimos días en que, postrado en una cama de hospital, recibió la visita de muchos amigos, de alumnos, congresistas, ministros, maestros, colegas, choferes, rectores, conserjes, historiadores, políticos, profesores, secretarias, curas, toreros españoles, periodistas, artistas, compañeros del colegio, de universidad, matemáticos, numismáticos... Un hombre que no sólo tuvo la admiración sino el afecto de sus miles de amigos y de la gente que lo disfrutó en este mundo que él tanto amó. Un hombre con gran desprendimiento y una calidad humana que le permitió estar siempre a disposición de la gente, sin distinguir entre el rico y el pobre, el poderoso y el débil. Un hombre que dejó huella en cada ser humano que conoció, que ayudó cuanto pudo y a cuantos pudo.
Érase una vez un hombre que tuvo tres hijos y una compañera que lo adoraron y admiraron, que no lo hubieran cambiado por nadie en el universo, pues saben que tuvieron el mejor padre y esposo del mundo. Un padre que les dio amor y un millón de razones para sentirse orgullosos de él.
Érase una vez un hombre, un gran hombre, un gran padre. Érase una vez mi padre, el que sentía también orgullo por su familia, por su inteligente Gachy, su talentosa Lucía, su estudiosa Sonia, su temperamental Ernesto.
Mi padre, al que espero poder alcanzar cuando sea el momento y poder juntos conversar, bromear, pescar, decir olé, gritar gol o, simplemente, para darnos un beso y un fuerte abrazo, interminable, como la inmensidad de su recuerdo.
Te quiero mucho papi... te quiero tanto.
Érase una vez un hombre brillante, galardonado nacional e internacionalmente, doctor en medicina, científico incasable, educador inigualable. Fue alumno destacado en la Recoleta; profesional exitoso desde su paso por las aulas, el laboratorio y el rectorado de San Marcos, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la jefatura del Instituto de Medicina Legal, el Directorio del Instituto Peruano de Seguridad Social, la escuela de post-grado de la Católica, Conafu, la Asamblea Nacional de Rectores, la Sociedad Química del Perú, la Sociedad Peruana de Patología, hasta el Vice-rectorado académico de la Villarreal en sus últimos años de vida. Apasionado por la ciencia y la historia. Autor de más de un centenar de publicaciones de bioquímica, educación y numismática. Dirigente político, militante de la Democracia Cristiana en el Perú, lo que le permitió hacer amistad con grandes líderes latinoamericanos que en su momento dirigieron el destino de sus naciones.
Érase una vez un hombre idealista, que comprendió que no siempre es posible vivir por los ideales y tener riquezas, por lo que optó por lo primero. Rechazó ofertas tentadoras para salir del país o hacer mucho dinero, por cumplir sus sueños: hacer investigación en el Perú, pelear por un sitial para la ciencia en su patria, instituir una universidad peruana de calidad, promotora de la investigación, forjadora de gente valiosa. Fue un hombre que dictó cátedra en bioquímica, biología molecular y biotecnología, maestro de miles que pasaron durante más de treinta años por las aulas donde fue profesor principal a dedicación exclusiva en el Departamento de Bioquímica, Fisiología y Nutrición de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Érase una vez un hombre probo, recto, que enfrentó la corrupción cuando tuvo que hacerlo, aún ante el poder político, destituyendo a quienes impedían el desarrollo de las instituciones donde tuvo que desempeñarse. Poniendo el pecho ante el terrorismo, confrontando firmemente sus ideas a las de corrientes subversivas imperantes en esos tiempos o haciendo descolgar de San Marcos esas banderas de Sendero, pero protestando también ante los tanques y el abuso, defendiendo ferreamente la autonomía universitaria en la que él creía.
Érase una vez un hombre que se divertía. Amante de la música clásica, del ballet, la literatura, la astronomía, la mitología y la egiptología. Fanático del fútbol, hincha a muerte de la U, no se perdía un partido aunque fuese por la radio. Tampoco un partido de su máximo ídolo, su hijo mayor, con quien también compartió su afición a los toros desde que lo llevó al cumplir los tres años y con quien se paseó por los tendidos de Acho hasta la víspera de su muerte. Timbero lechero y muy hábil para divertirse sin dejar la bolsa en la mesa ni en la ruleta. Presidente de la Sociedad Numismática del Perú algunos años, fue coleccionista incansable de monedas, medallas y fichas, así como de estampillas, capillos, sellos, antiguedades y cualquier curiosidad vinculada a la historia de nuestro país y nuestra gente. Bromista, contador de chistes y de anécdotas de docenas de viajes por el mundo entero. Amante de la pesca con cordel y tres anzuelos, desde una peña o espigón en las madrugadas, o desde la orilla, con el agua en las rodillas al despertar el alba. Cocinero los fines de semana: un ceviche, un lomito o un buen tacu tacu. Sibarita, comensal frecuente de los restaurantes más exquisitos; si otro invitaba mejor aún. Gran conversador, pretexto perfecto para los pretendientes de sus hijas que visitaban la casa con la excusa de conversar con el Doctor. Además bailarín, silbador, primera voz en los largos paseos a la playa en el viejo Plymouth gris lleno de gente, bulla y entusiasmo.
Érase una vez un hombre querido, de un corazón inmenso, que nos dio una lección de vida en sus últimos días en que, postrado en una cama de hospital, recibió la visita de muchos amigos, de alumnos, congresistas, ministros, maestros, colegas, choferes, rectores, conserjes, historiadores, políticos, profesores, secretarias, curas, toreros españoles, periodistas, artistas, compañeros del colegio, de universidad, matemáticos, numismáticos... Un hombre que no sólo tuvo la admiración sino el afecto de sus miles de amigos y de la gente que lo disfrutó en este mundo que él tanto amó. Un hombre con gran desprendimiento y una calidad humana que le permitió estar siempre a disposición de la gente, sin distinguir entre el rico y el pobre, el poderoso y el débil. Un hombre que dejó huella en cada ser humano que conoció, que ayudó cuanto pudo y a cuantos pudo.
Érase una vez un hombre que tuvo tres hijos y una compañera que lo adoraron y admiraron, que no lo hubieran cambiado por nadie en el universo, pues saben que tuvieron el mejor padre y esposo del mundo. Un padre que les dio amor y un millón de razones para sentirse orgullosos de él.
Érase una vez un hombre, un gran hombre, un gran padre. Érase una vez mi padre, el que sentía también orgullo por su familia, por su inteligente Gachy, su talentosa Lucía, su estudiosa Sonia, su temperamental Ernesto.
Mi padre, al que espero poder alcanzar cuando sea el momento y poder juntos conversar, bromear, pescar, decir olé, gritar gol o, simplemente, para darnos un beso y un fuerte abrazo, interminable, como la inmensidad de su recuerdo.
Te quiero mucho papi... te quiero tanto.
domingo, 24 de octubre de 2010
Diez consejos para conquistar a una mujer
Hace unos días me dijeron que estaba perdiendo plata. Que debería escribir un libro con este título.
No creo estar perdiendo plata ni que pueda llegar a diez. Pero sí creo que de vez en cuando he conquistado alguna chica utilizando más maña que fuerza.
Pues bien, siguiendo el consejo de Luisa, vamos a intentar por lo menos escribir unos cuantos enunciados que luego, y con más amplitud, podamos desarrollar en algunos capítulos -los que aguante- de mi próximo libro (¡?).
Vamos a ver:
1. A penas se encuentren regálale una sonrisa. Es importante sonreir. Sin exagerar. Algo suave pero franca. Amplia. Si tienes buena dentadura mejor. Si no, mostrando solo una blanca y delgada franja bajo los labios.
2. De entrada dile algo bonito sobre su aspecto. Halágala. Nada demasiado agresivo. Sorpréndela, eso sí. Debes parecer atrevido aunque respetuoso, no puedes avergonzarla. Nunca se olvidará de esa frase y probablemente a partir de ese momento se empiece a fijar en ti.
3. No dejes de mirarla a los ojos. Directo. Pero debes dosificarlo. Hay que proyectar confianza, que manejas la situación. Tampoco tanto como para intimidarla. Si no puede sostener tu mirada, afloja un poquito. No vaya a ser que se asuste o se moleste. La mirada debe ser profunda pero amable, no se te ocurra acompañar la mirada de una sonrisita pícara. Eso déjalo para más adelante...
4. Al principio déjala hablar a ella y espera tu momento. Dale su espacio y poco a poco empieza tú también a hablar. A la hora de conversar ella es quien tiene que tomar la iniciativa la primera vez. A las mujeres les gusta que las escuchen. Presta mucha atención en lo que te cuenta aunque no sea muy interesante. Ella lo disfrutará.
5. No muestres demasiado interés en ella. Si bien has sido amable y agradable, tampoco te delates inmediatamente. Si siente que te interesas mucho, ella entonces se empezará a hacer la importante. Y no hay nada peor que una mujer diforzada. Se terminará el encanto del momento.
6. Aunque sea una reunión de trabajo, no pierdas ocasión de compartir algunas cosas personales. Hazle algunas confidencias. Esto te acercará más. Le hará sentir que inicia contigo más que una relación fría y profesional. Tampoco demasiadas como para que parezca que estás haciendo una venta. Ella misma te irá preguntando si le interesa el tema y seguramente irá sacando sus propias conclusiones si es perceptiva. Pero no te regales demasiado. Ni hables de más.
7. No se te ocurra llamarla inmediatamente. Ni pedirle que se haga tu amiga en el facebook al día siguiente. Lo ideal sería que ella te invite o que te llame. Pero, cuando lo haga, no te hagas el interesante. Es un riesgo que no vale la pena correr si ella decide no seguir tu juego o no quiere esforzarse demasiado. Si en algunos días no te llama hazlo tú. En realidad, sería lo que corresponde... aunque te diste el tiempo para probar qué tanto la impactaste. Así sabrás también cuánto tienes que trabajar...
8. A medida que pasen los días y vayas teniendo más confianza, empieza a decirle cosas bonitas. No hay mujer que se resista cuando haces que se sienta bella. Sus ojos. Sus manos. Sus pecas... seguramente encontrarás la manera de elogiar aquello que más te guste.
9. Cuando sientas que le interesas, no la sueltes. Debes ser constante porque eso le dará seguridad. No dejes pasar mucho tiempo sin volverla a llamar, sin enviarle un mail, sin hacerle algún comentario en su perfil. Eso mantendrá la llama encendida. A esas alturas tienes que jugar todas tus cartas.
(Pensé que no llegaría, pero sí):
10. Muéstrate. Además de transmitir fortaleza y virilidad, enséñale tu lado más humano y sensible. Expresa tus sentimientos. No los ocultes. Sé sincero y transparente. Una mujer también espera cariño, ternura, romance. Ella buscará estabilidad en cualquier relación. Tú querrás mantener el poder.
Tal vez podamos agregar algunas cosas más como enviar ciertos regalos, llevarla a ciertos lugares, pedir determinado vino, abrir la puerta del auto o no dejarla pagar su parte de la cuenta (por lo menos en la primera salida). Pero eso será materia del libro. Por ahora, sólo espero que quien lea esto me crea y que mi mujer me perdone.
No creo estar perdiendo plata ni que pueda llegar a diez. Pero sí creo que de vez en cuando he conquistado alguna chica utilizando más maña que fuerza.
Pues bien, siguiendo el consejo de Luisa, vamos a intentar por lo menos escribir unos cuantos enunciados que luego, y con más amplitud, podamos desarrollar en algunos capítulos -los que aguante- de mi próximo libro (¡?).
Vamos a ver:
1. A penas se encuentren regálale una sonrisa. Es importante sonreir. Sin exagerar. Algo suave pero franca. Amplia. Si tienes buena dentadura mejor. Si no, mostrando solo una blanca y delgada franja bajo los labios.
2. De entrada dile algo bonito sobre su aspecto. Halágala. Nada demasiado agresivo. Sorpréndela, eso sí. Debes parecer atrevido aunque respetuoso, no puedes avergonzarla. Nunca se olvidará de esa frase y probablemente a partir de ese momento se empiece a fijar en ti.
3. No dejes de mirarla a los ojos. Directo. Pero debes dosificarlo. Hay que proyectar confianza, que manejas la situación. Tampoco tanto como para intimidarla. Si no puede sostener tu mirada, afloja un poquito. No vaya a ser que se asuste o se moleste. La mirada debe ser profunda pero amable, no se te ocurra acompañar la mirada de una sonrisita pícara. Eso déjalo para más adelante...
4. Al principio déjala hablar a ella y espera tu momento. Dale su espacio y poco a poco empieza tú también a hablar. A la hora de conversar ella es quien tiene que tomar la iniciativa la primera vez. A las mujeres les gusta que las escuchen. Presta mucha atención en lo que te cuenta aunque no sea muy interesante. Ella lo disfrutará.
5. No muestres demasiado interés en ella. Si bien has sido amable y agradable, tampoco te delates inmediatamente. Si siente que te interesas mucho, ella entonces se empezará a hacer la importante. Y no hay nada peor que una mujer diforzada. Se terminará el encanto del momento.
6. Aunque sea una reunión de trabajo, no pierdas ocasión de compartir algunas cosas personales. Hazle algunas confidencias. Esto te acercará más. Le hará sentir que inicia contigo más que una relación fría y profesional. Tampoco demasiadas como para que parezca que estás haciendo una venta. Ella misma te irá preguntando si le interesa el tema y seguramente irá sacando sus propias conclusiones si es perceptiva. Pero no te regales demasiado. Ni hables de más.
7. No se te ocurra llamarla inmediatamente. Ni pedirle que se haga tu amiga en el facebook al día siguiente. Lo ideal sería que ella te invite o que te llame. Pero, cuando lo haga, no te hagas el interesante. Es un riesgo que no vale la pena correr si ella decide no seguir tu juego o no quiere esforzarse demasiado. Si en algunos días no te llama hazlo tú. En realidad, sería lo que corresponde... aunque te diste el tiempo para probar qué tanto la impactaste. Así sabrás también cuánto tienes que trabajar...
8. A medida que pasen los días y vayas teniendo más confianza, empieza a decirle cosas bonitas. No hay mujer que se resista cuando haces que se sienta bella. Sus ojos. Sus manos. Sus pecas... seguramente encontrarás la manera de elogiar aquello que más te guste.
9. Cuando sientas que le interesas, no la sueltes. Debes ser constante porque eso le dará seguridad. No dejes pasar mucho tiempo sin volverla a llamar, sin enviarle un mail, sin hacerle algún comentario en su perfil. Eso mantendrá la llama encendida. A esas alturas tienes que jugar todas tus cartas.
(Pensé que no llegaría, pero sí):
10. Muéstrate. Además de transmitir fortaleza y virilidad, enséñale tu lado más humano y sensible. Expresa tus sentimientos. No los ocultes. Sé sincero y transparente. Una mujer también espera cariño, ternura, romance. Ella buscará estabilidad en cualquier relación. Tú querrás mantener el poder.
Tal vez podamos agregar algunas cosas más como enviar ciertos regalos, llevarla a ciertos lugares, pedir determinado vino, abrir la puerta del auto o no dejarla pagar su parte de la cuenta (por lo menos en la primera salida). Pero eso será materia del libro. Por ahora, sólo espero que quien lea esto me crea y que mi mujer me perdone.
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